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Los desacuerdos acordados

Guatemala sigue viviendo en constante conflicto en tribunales, en los territorios lejanos, en las poblaciones privadas de oportunidades y de desarrollo y sumidas en el ciclo infinito de la pobreza.

Carolina Castellanos |
31 de diciembre, 2021

Esta semana se conmemoraron los 25 años de la firma de los mal llamados acuerdos de paz. Los llamo de esa manera pues no veo la paz por ningún lado. Sin embargo, cabe resaltar algunos “logros”. 

Guatemala se llenó de gloria a nivel internacional. Esto motivó a muchos países a enviar cientos de millones de dólares y euros para apoyar en la reconstrucción nacional. Fuimos objeto de felicitaciones abundantes que llegaron desde nuestros vecinos hasta de los lugares más lejanos. 

Guatemala también se llenó de dinero. Lamentablemente no fue utilizado para inversión y su consecuente generación de empleos. “Otro gallo nos cantaría”, reza el viejo refrán. Estas montañas de pisto llegaron a las manos de los que se convirtieron en oenegeros para seguir viviendo del conflicto. Esto continúa al día de hoy pues, debo reconocer, la izquierda internacional encontró buenos asideros aquí. 

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En vez de ayudar a los desplazados por la guerra interna y reconstruir comunidades y el famoso “tejido social” (una de las tantas ocurrencias extranjeras), sirvió (y aún continúa) para mantener vivo el conflicto (negocio redondo) reclamando el fin de la discriminación, de la pobreza, del subdesarrollo, de la desigualdad (una de las favoritas) y  cualquier otra que se les ocurra. 

Otro “logro” fue la reducción del ejército. Pobrecitos campesinos guerrilleros que fueron “masacrados” por los militares. Nunca reconocerán que  cualquier acción del ejército fue en respuesta a la guerra iniciada por la guerrilla, quien también masacró comunidades enteras, además de destruirlas. 

No podemos olvidar el Convenio 169 de la OIT que reclama derechos de los pueblos indígenas para opinarrespecto a los proyectos de gran envergadura que puedan afectar a su entorno. Es una invitación al diálogo para llegar a acuerdos. (Este convenio es más amplio de lo aquí expuesto pero eso es tema para varios artículos). Unidos y envalentonados los ahora oenegeros, lograron tener a cuasi compadres (por conveniencia) en la corte de constitucionalidad, quien emitió fallos totalmente ilegales al impedir el desarrollo de  los proyectos y elaborando un reglamento total y absolutamente absurdo y alejado del espíritu del citado documento. 

Así las cosas, Guatemala sigue viviendo en constante conflicto en tribunales, en los territorios lejanos, en las poblaciones privadas de oportunidades y de desarrollo y sumidas en el ciclo infinito de la pobreza. 

La guinda del pastel: una iniciativa de ley que pretende declarar el “día del perdón y de la reconciliación”. Ojalá y un papel resolviera todo. Lo único que puede resolver esto es el imperio de la ley. Los bloqueos en carreteras, calles y  cualquier otra acción que impida la libre circulación de los ciudadanos, tal como lo establece la Constitución, tiene que generar aprehensiones y juicios a los dirigentes. 

Toda oposición violenta a proyectos de inversión y desarrollo tiene que generar consecuencias legales. Toda exigencia, por  cualquier vía, de privilegios como dádivas, proteccionismo, dinero o lo que sea, solo por el hecho de ser indígenas, pobres o por sentirse marginados, tiene que terminar. La única igualdad es ante la ley. Punto. 

Conmemoremos, pues, un año más de una firma que sí tuvo un único e importante logro: el cese de masacres y asesinatos a tantos inocentes. Quiero pensar que Álvaro Arzú Irigoyen, QEPD y a quien admiré y aprecié mucho, tuvo las mejores intenciones e hizo todo lo que pudo para lograr esta firma. El problema fue negociar con guerrilleros quienes tienen en su esencia la traición. El solo hecho de diseñar el monumento a La Paz con dos manos izquierdas, era un anticipo a lo que hoy vivimos. 

“Por una Guatemala en paz”, seguimos adelante, trabajando y construyendo en el metro cuadrado que nos tocó de esta noble tierra a quien, con orgullo, la llamo mi país. 

¡Feliz Año Nuevo para todos!

Los desacuerdos acordados

Guatemala sigue viviendo en constante conflicto en tribunales, en los territorios lejanos, en las poblaciones privadas de oportunidades y de desarrollo y sumidas en el ciclo infinito de la pobreza.

Carolina Castellanos |
31 de diciembre, 2021

Esta semana se conmemoraron los 25 años de la firma de los mal llamados acuerdos de paz. Los llamo de esa manera pues no veo la paz por ningún lado. Sin embargo, cabe resaltar algunos “logros”. 

Guatemala se llenó de gloria a nivel internacional. Esto motivó a muchos países a enviar cientos de millones de dólares y euros para apoyar en la reconstrucción nacional. Fuimos objeto de felicitaciones abundantes que llegaron desde nuestros vecinos hasta de los lugares más lejanos. 

Guatemala también se llenó de dinero. Lamentablemente no fue utilizado para inversión y su consecuente generación de empleos. “Otro gallo nos cantaría”, reza el viejo refrán. Estas montañas de pisto llegaron a las manos de los que se convirtieron en oenegeros para seguir viviendo del conflicto. Esto continúa al día de hoy pues, debo reconocer, la izquierda internacional encontró buenos asideros aquí. 

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En vez de ayudar a los desplazados por la guerra interna y reconstruir comunidades y el famoso “tejido social” (una de las tantas ocurrencias extranjeras), sirvió (y aún continúa) para mantener vivo el conflicto (negocio redondo) reclamando el fin de la discriminación, de la pobreza, del subdesarrollo, de la desigualdad (una de las favoritas) y  cualquier otra que se les ocurra. 

Otro “logro” fue la reducción del ejército. Pobrecitos campesinos guerrilleros que fueron “masacrados” por los militares. Nunca reconocerán que  cualquier acción del ejército fue en respuesta a la guerra iniciada por la guerrilla, quien también masacró comunidades enteras, además de destruirlas. 

No podemos olvidar el Convenio 169 de la OIT que reclama derechos de los pueblos indígenas para opinarrespecto a los proyectos de gran envergadura que puedan afectar a su entorno. Es una invitación al diálogo para llegar a acuerdos. (Este convenio es más amplio de lo aquí expuesto pero eso es tema para varios artículos). Unidos y envalentonados los ahora oenegeros, lograron tener a cuasi compadres (por conveniencia) en la corte de constitucionalidad, quien emitió fallos totalmente ilegales al impedir el desarrollo de  los proyectos y elaborando un reglamento total y absolutamente absurdo y alejado del espíritu del citado documento. 

Así las cosas, Guatemala sigue viviendo en constante conflicto en tribunales, en los territorios lejanos, en las poblaciones privadas de oportunidades y de desarrollo y sumidas en el ciclo infinito de la pobreza. 

La guinda del pastel: una iniciativa de ley que pretende declarar el “día del perdón y de la reconciliación”. Ojalá y un papel resolviera todo. Lo único que puede resolver esto es el imperio de la ley. Los bloqueos en carreteras, calles y  cualquier otra acción que impida la libre circulación de los ciudadanos, tal como lo establece la Constitución, tiene que generar aprehensiones y juicios a los dirigentes. 

Toda oposición violenta a proyectos de inversión y desarrollo tiene que generar consecuencias legales. Toda exigencia, por  cualquier vía, de privilegios como dádivas, proteccionismo, dinero o lo que sea, solo por el hecho de ser indígenas, pobres o por sentirse marginados, tiene que terminar. La única igualdad es ante la ley. Punto. 

Conmemoremos, pues, un año más de una firma que sí tuvo un único e importante logro: el cese de masacres y asesinatos a tantos inocentes. Quiero pensar que Álvaro Arzú Irigoyen, QEPD y a quien admiré y aprecié mucho, tuvo las mejores intenciones e hizo todo lo que pudo para lograr esta firma. El problema fue negociar con guerrilleros quienes tienen en su esencia la traición. El solo hecho de diseñar el monumento a La Paz con dos manos izquierdas, era un anticipo a lo que hoy vivimos. 

“Por una Guatemala en paz”, seguimos adelante, trabajando y construyendo en el metro cuadrado que nos tocó de esta noble tierra a quien, con orgullo, la llamo mi país. 

¡Feliz Año Nuevo para todos!