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Salario… ¿mínimo?

En mi opinión, lo que debe privar es la libertad de contratación, que conlleva la contraparte, la de despedir a quien no cumple con su trabajo, abusa, roba, o culquier otra causa justificable.

salario mínimo
Carolina Castellanos |
23 de diciembre, 2022

Gobierno tras gobierno se ha mantenido esta decisión de fijar un salario mínimo en Guatemala. La intención, supongo, es que se dejen de pagar “salarios de hambre”.

En el establecimiento del salario mínimo, la industria textil logró que este sector percibiera un salario menor que el resto de las actividades económicas del país. La razón que dieron en su momento fue que les restaba competitividad pues incrementa sus costos haciéndolos menos competitivos frente a competidores como China, por ejemplo. ¿A caso no sucede lo mismo con el resto de las actividades productivas del país? ¿Se justifica pagarles menos? En realidad, el problema es ese “precio tope” o “precio piso” llamado salario mínimo.

No siendo suficiente esa diferenciación, este año hay que agregar que en 2,023 los trabajadores del Departamento del Guatemala percibirán más que el resto del país. Los primeros tendrán un incremento del 6.3%. En los 21 departamentos restantes, será de 5.04%. Así las cosas, las actividades no agrícolas son las que percibirán más, seguidas por las agrícolas y luego la exportación y maquila.

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¿Cómo define la Comisión Nacional del Salario cuánto debe percibir un trabajador en cada sector productivo? ¿Qué criterios se utilizaron aquella primera vez que se estableció este “precio piso”? Cualquiera que haya sido, me parce un atentado a la libertad de industria, de comercialización y de cualquier toda actividad productiva. Se pretende lograr que nadie perciba un salario menor al establecido por esta comisión, conformada por el sector laboral, el empresarial y el gobierno.

Por supuesto, el sector laboral está representado por los sindicatos. Con muy pocas excepciones, lo que buscan es obtener privilegios sobre el resto de sus compañeros de trabajo.  Ellos se pueden ausentar de sus labores para atender asuntos sindicales. Se van a huelga para presionar a sus empleadores, principalmente del gobierno, a que cumplan con lo que están exigiendo, pero siempre incluye un ajuste al ·sueldo”, como le llamamos en buen chapín.

Los salarios del gobierno son pagados con nuestros impuestos. Si dejan de trabajar por “atender los asuntos sindicales”, quienes les pagamos tendremos que esperar a que retornen a sus labores para obtener el permiso, documento o simplemente ser atendidos en alguna ventanilla.

En el sector privado, el principal problema es la inamovilidad de los empleados cuando existe un sindicato. Cada año, o el período acordado entre el empleador y el trabajador, se reúnen ambas partes, acompañados de sus abogados para que los asesoren, y negocian las condiciones de trabajo. Por supuesto, lo más importante es el incremento del salario vigente. El nombre del juego es dinero, siempre. La “salsa de los tacos” es la inamovilidad y los privilegios.

Si en Guatemala se garantiza la libertad de empresa, ésta tiene que incluir la fijación de los salarios. En tiempos pasados sí hubo abusos y explotación de trabajadores a nivel mundial. Surgieron los movimientos sindicales que lograron acabar con los abusos que cometían los empleadores y devolvieron la dignidad al trabajador al darles condiciones de trabajo adecuadas y dignas, horarios decentes, en algunos casos, flexibles, etc.

Lamentablemente, estos movimientos sindicales han abusado de su posición. Muchos han caído en chantaje. No son pocos los casos en los que empresas han tenido que cerrar por estas nefastas prácticas pues se convierten en extorsión.

En mi opinión, lo que debe privar es la libertad de contratación, que conlleva la contraparte, la de despedir a quien no cumple con su trabajo, abusa, roba, o culquier otra causa justificable. El empresario, quien es el que arriesga su dinero, prestigio y hasta su salud para iniciar un negocio y lograr que crezca y se desarrolle, es quien debe tener la libertad de fijar salarios, horarios, prestaciones y cualquier otra condición que le parezca conveniente.

El trabajador, por su parte, tiene la libertad de trabajar en la empresa que le parezca, que cumpla con sus expectativas de salario, horarios, condiciones, etc. Ningún burócrata, que en su gran mayoría nunca ha iniciado un negocio, debe definir todo lo anterior.

Este año que está por iniciar se avisora complejo por ser electoral. Debemos poner atención a los ofrecimientos de los candidatos y rechazar a aquellos que pretenden decirnos a los empresarios cómo debemos manejar nuestros negocios. Suficiente tenemos ya con los mil

controles, procesos engorrosos para obrener un permiso, licencia u otro y, por supuesto, insistir en fijar ese precio “piso” llamado salario mínimo.

Salario… ¿mínimo?

En mi opinión, lo que debe privar es la libertad de contratación, que conlleva la contraparte, la de despedir a quien no cumple con su trabajo, abusa, roba, o culquier otra causa justificable.

Carolina Castellanos |
23 de diciembre, 2022
salario mínimo

Gobierno tras gobierno se ha mantenido esta decisión de fijar un salario mínimo en Guatemala. La intención, supongo, es que se dejen de pagar “salarios de hambre”.

En el establecimiento del salario mínimo, la industria textil logró que este sector percibiera un salario menor que el resto de las actividades económicas del país. La razón que dieron en su momento fue que les restaba competitividad pues incrementa sus costos haciéndolos menos competitivos frente a competidores como China, por ejemplo. ¿A caso no sucede lo mismo con el resto de las actividades productivas del país? ¿Se justifica pagarles menos? En realidad, el problema es ese “precio tope” o “precio piso” llamado salario mínimo.

No siendo suficiente esa diferenciación, este año hay que agregar que en 2,023 los trabajadores del Departamento del Guatemala percibirán más que el resto del país. Los primeros tendrán un incremento del 6.3%. En los 21 departamentos restantes, será de 5.04%. Así las cosas, las actividades no agrícolas son las que percibirán más, seguidas por las agrícolas y luego la exportación y maquila.

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Por supuesto, el sector laboral está representado por los sindicatos. Con muy pocas excepciones, lo que buscan es obtener privilegios sobre el resto de sus compañeros de trabajo.  Ellos se pueden ausentar de sus labores para atender asuntos sindicales. Se van a huelga para presionar a sus empleadores, principalmente del gobierno, a que cumplan con lo que están exigiendo, pero siempre incluye un ajuste al ·sueldo”, como le llamamos en buen chapín.

Los salarios del gobierno son pagados con nuestros impuestos. Si dejan de trabajar por “atender los asuntos sindicales”, quienes les pagamos tendremos que esperar a que retornen a sus labores para obtener el permiso, documento o simplemente ser atendidos en alguna ventanilla.

En el sector privado, el principal problema es la inamovilidad de los empleados cuando existe un sindicato. Cada año, o el período acordado entre el empleador y el trabajador, se reúnen ambas partes, acompañados de sus abogados para que los asesoren, y negocian las condiciones de trabajo. Por supuesto, lo más importante es el incremento del salario vigente. El nombre del juego es dinero, siempre. La “salsa de los tacos” es la inamovilidad y los privilegios.

Si en Guatemala se garantiza la libertad de empresa, ésta tiene que incluir la fijación de los salarios. En tiempos pasados sí hubo abusos y explotación de trabajadores a nivel mundial. Surgieron los movimientos sindicales que lograron acabar con los abusos que cometían los empleadores y devolvieron la dignidad al trabajador al darles condiciones de trabajo adecuadas y dignas, horarios decentes, en algunos casos, flexibles, etc.

Lamentablemente, estos movimientos sindicales han abusado de su posición. Muchos han caído en chantaje. No son pocos los casos en los que empresas han tenido que cerrar por estas nefastas prácticas pues se convierten en extorsión.

En mi opinión, lo que debe privar es la libertad de contratación, que conlleva la contraparte, la de despedir a quien no cumple con su trabajo, abusa, roba, o culquier otra causa justificable. El empresario, quien es el que arriesga su dinero, prestigio y hasta su salud para iniciar un negocio y lograr que crezca y se desarrolle, es quien debe tener la libertad de fijar salarios, horarios, prestaciones y cualquier otra condición que le parezca conveniente.

El trabajador, por su parte, tiene la libertad de trabajar en la empresa que le parezca, que cumpla con sus expectativas de salario, horarios, condiciones, etc. Ningún burócrata, que en su gran mayoría nunca ha iniciado un negocio, debe definir todo lo anterior.

Este año que está por iniciar se avisora complejo por ser electoral. Debemos poner atención a los ofrecimientos de los candidatos y rechazar a aquellos que pretenden decirnos a los empresarios cómo debemos manejar nuestros negocios. Suficiente tenemos ya con los mil

controles, procesos engorrosos para obrener un permiso, licencia u otro y, por supuesto, insistir en fijar ese precio “piso” llamado salario mínimo.