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Biden se dirige a la Unión con la reelección en juego

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Sebastián Gennari
08 de marzo, 2024

Anoche, el presidente estadounidense, Joe Biden, pronunció su discurso del estado de la Unión. No pecó de soso ni se extendió demasiado. Comprendió que este discurso era el evento inaugural de su campaña de reelección, luego de que Trump prácticamente se asegurase la nominación republicana el pasado martes. A Biden se le vio lúcido y enérgico, aunque en ocasiones se tropezó con sus palabras. Resultaba evidente lo ensayado del discurso, de ahí las palabras de Larry Nadler, un congresista demócrata por Nueva York: “¡Ahora nadie va a hablar de deterioro cognitivo!”.

Biden empezó enfatizando el peligro que representaba Rusia; afirmó que, a diferencia de su “predecesor” —en ningún momento nombró a Trump—, nunca le daría la espalda a la OTAN. Luego pasó a hablar del aborto, asegurando que un Congreso controlado por los democrátas promulgaría una ley restaurando los derechos concedidos por el caso Roe contra Wade, volcado por la Corte Suprema en 2022.

El mandatario presumió de sus hazañas económicas. Dijo ser el responsable de la reducción en la inflación, el desempleo y el déficit público, aunque los republicanos puntualizan que esto sólo se debe al elevado gasto de la pandemia: bajo circunstancias normales, el gasto de Biden se consideraría astronómico. Además, prometió muchas cosas, entre ellas límites al precio de los medicamentos, ningún cambio al sistema de pensiones y créditos fiscales para quienes buscan comprar una casa.

Refiriéndose al mercado inmobiliario, enarboló un punto curioso, diciendo que los “grandes caseros” —arrendadores de miles de viviendas— se confabulan para fijar precios y violentan las leyes de competencia. Se comprometió a subir los impuestos a las corporaciones y grandes fortunas, aunque dijo que no habría aumento alguno para aquellos que ganan menos de US$400,000 al año.

Y, por supuesto, no podía faltar el tema migratorio. Biden intentó mostrar cierto rigor, acusando a Trump de haber animado a los republicanos a tumbar la propuesta de la Casa Blanca para una ley fronteriza. Los republicanos no lo ven así: critican que la iniciativa de Biden permitiese la entrada de hasta 5,000 migrantes por día.

Por lo demás, Biden se refirió a los conflictos geopolíticos que EE. UU. enfrenta. En cuanto al conflicto israelí-palestino, el presidente lamentó el ataque de Hamás, pero afirmó que sobre Israel recae la responsabilidad de velar por los civiles inocentes en la Franja de Gaza. Refiriéndose a China, reconoció el mal momento que viven las relaciones bilaterales, pero dijo querer “competencia, no conflicto” con Pekín.

Los partidarios de Biden considerarán que el discurso fue un éxito. Sus detractores lo acusarán de mentiroso, como hizo una persona que interrumpió el discurso. En todo caso, se puede afirmar que la campaña presidencial ha empezado de lleno. La próxima jugada le corresponde a Trump, que actualmente lidera en todas las encuestas nacionale

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Biden se dirige a la Unión con la reelección en juego

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Sebastián Gennari
08 de marzo, 2024

Anoche, el presidente estadounidense, Joe Biden, pronunció su discurso del estado de la Unión. No pecó de soso ni se extendió demasiado. Comprendió que este discurso era el evento inaugural de su campaña de reelección, luego de que Trump prácticamente se asegurase la nominación republicana el pasado martes. A Biden se le vio lúcido y enérgico, aunque en ocasiones se tropezó con sus palabras. Resultaba evidente lo ensayado del discurso, de ahí las palabras de Larry Nadler, un congresista demócrata por Nueva York: “¡Ahora nadie va a hablar de deterioro cognitivo!”.

Biden empezó enfatizando el peligro que representaba Rusia; afirmó que, a diferencia de su “predecesor” —en ningún momento nombró a Trump—, nunca le daría la espalda a la OTAN. Luego pasó a hablar del aborto, asegurando que un Congreso controlado por los democrátas promulgaría una ley restaurando los derechos concedidos por el caso Roe contra Wade, volcado por la Corte Suprema en 2022.

El mandatario presumió de sus hazañas económicas. Dijo ser el responsable de la reducción en la inflación, el desempleo y el déficit público, aunque los republicanos puntualizan que esto sólo se debe al elevado gasto de la pandemia: bajo circunstancias normales, el gasto de Biden se consideraría astronómico. Además, prometió muchas cosas, entre ellas límites al precio de los medicamentos, ningún cambio al sistema de pensiones y créditos fiscales para quienes buscan comprar una casa.

Refiriéndose al mercado inmobiliario, enarboló un punto curioso, diciendo que los “grandes caseros” —arrendadores de miles de viviendas— se confabulan para fijar precios y violentan las leyes de competencia. Se comprometió a subir los impuestos a las corporaciones y grandes fortunas, aunque dijo que no habría aumento alguno para aquellos que ganan menos de US$400,000 al año.

Y, por supuesto, no podía faltar el tema migratorio. Biden intentó mostrar cierto rigor, acusando a Trump de haber animado a los republicanos a tumbar la propuesta de la Casa Blanca para una ley fronteriza. Los republicanos no lo ven así: critican que la iniciativa de Biden permitiese la entrada de hasta 5,000 migrantes por día.

Por lo demás, Biden se refirió a los conflictos geopolíticos que EE. UU. enfrenta. En cuanto al conflicto israelí-palestino, el presidente lamentó el ataque de Hamás, pero afirmó que sobre Israel recae la responsabilidad de velar por los civiles inocentes en la Franja de Gaza. Refiriéndose a China, reconoció el mal momento que viven las relaciones bilaterales, pero dijo querer “competencia, no conflicto” con Pekín.

Los partidarios de Biden considerarán que el discurso fue un éxito. Sus detractores lo acusarán de mentiroso, como hizo una persona que interrumpió el discurso. En todo caso, se puede afirmar que la campaña presidencial ha empezado de lleno. La próxima jugada le corresponde a Trump, que actualmente lidera en todas las encuestas nacionale