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El Congreso será, nuevamente, una extensión de la presidencia

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
17 de enero, 2024

El grupo de diputados que llevó a Semilla a la presidencia del Congreso forma parte de una tradición rentista alrededor del partido del presidente; es lo que el partido Movimiento Semilla llamaba antes –convenientemente– el “pacto de corruptos”. 

 

Panorama general. La Junta Directiva del Congreso, presidida por Samuel Pérez, fue electa con 92 votos en el pleno. Los votos se dividieron entre los siguientes partidos: Semilla (23), UNE (23), Cabal (11), Viva (11), Bien (4), VOS (4), CREO (3), Victoria (3), Nosotros (2), Azul (2), Cambio (1), Valor-Unionista (1), Todos (1), URNG-Winaq (1), Valor (1) y Vamos (1). 

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  • Antes del inicio de la legislatura, Semilla era la tercera fuerza política del Congreso; la UNE, que logró 28 curules, se dividió y 23 de ellos se rebelaron —nuevamente— contra Sandra Torres y votaron con Semilla.  
     
     

  • De esa manera, partidos opositores se alinearon con el fin de obtener rentas al estar del lado del partido del presidente Bernardo Arévalo.  

 

Hemeroteca. Las mayorías legislativas son una realidad ajena a Guatemala. Alfonso Portillo fue el último presidente en contar con el apoyo de una mayoría absoluta en el Congreso, cuando su partido (FGR) consiguió mayoría absoluta para el periodo 1999-2003. En el siguiente periodo, la coalición del presidente Óscar Berger obtuvo solamente 47 escaños (29.75%).  

 

  • Desde Berger –incluido– ningún presidente ha logrado una bancada lo suficientemente numerosa para tener la mayoría legislativa por su cuenta, haciendo de las coaliciones y las negociaciones entre bancadas una norma para poder gobernar.  

 

En perspectiva. El gobierno de Alejandro Giammattei no fue la excepción. A pesar de haber logrado solamente 17 escaños —en contraste con los 52 de la UNE—, Giammattei logró consolidar una coalición que le permitió gobernar con un legislativo totalmente alineado a sus intereses y con una disciplina incuestionable.  

 

  • Aunque las alianzas nunca habían sido tan sólidas como con Giammattei, todos los presidentes, desde Berger, formaron coaliciones mayoritarias en el Congreso.  

 

  • Este fenómeno fue bautizado por la izquierda —en aquel momento desde una posición opositora— como el “pacto de corruptos”.  

 

  • El gobierno de Arévalo consiguió, por ahora, una alianza de la misma naturaleza: sin embargo, debido a la luna de miel de los primeros días del gobierno, no se habla aún del pacto. 

 

Entre líneas. La naturaleza del sistema electoral guatemalteco obliga a negociar entre bancadas para gobernar, sin embargo, el fenómeno transforma al legislativo en una extensión del Ejecutivo, en vez de lo que supone ser: un contrapeso y un mecanismo de fiscalización del poder. Guatemala es un país hiperpresidencialista, dónde, a pesar de que el Legislativo es el primer órgano del Estado, este orbita alrededor de la figura del presidente.  

 

  • Mientras que el proyecto político de Semilla proponía una manera distinta de hacer política, ha recurrido a las mismas prácticas y vicios de anteriores administraciones para asegurar gobernabilidad.  
     
     

  • La alternativa —el aislamiento legislativo y las coaliciones minoritarias— hubiese sido coherente con sus promesas, pero poco efectivo para llevar a cabo sus fines.  
     
     

  • Estas coaliciones no tienen coherencia en cuanto a sus perspectivas de política pública, debido a sus contradicciones ideológicas. El vínculo que las mantiene a flote es el intercambio de favores, comprometiendo los principios por la búsqueda de rentas. 

 

En conclusión. La coalición que reúne a diputados de Semilla, la UNE, Cabal y Valor-Unionista —entre otros— sigue la dinámica tradicional del legislativo guatemalteco: los bloques mayoritarios prestan sus votos al partido de gobierno, aun si este no tiene suficiente peso dentro del Congreso por sí solo. La dinámica no va de ideales, ni de primaveras, sino de poder real. En un país presidencialista, el poder recae, principalmente, en el Ejecutivo y el Congreso se vuelve en un instrumento a su favor. 

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El Congreso será, nuevamente, una extensión de la presidencia

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Rafael Párraga
17 de enero, 2024

El grupo de diputados que llevó a Semilla a la presidencia del Congreso forma parte de una tradición rentista alrededor del partido del presidente; es lo que el partido Movimiento Semilla llamaba antes –convenientemente– el “pacto de corruptos”. 

 

Panorama general. La Junta Directiva del Congreso, presidida por Samuel Pérez, fue electa con 92 votos en el pleno. Los votos se dividieron entre los siguientes partidos: Semilla (23), UNE (23), Cabal (11), Viva (11), Bien (4), VOS (4), CREO (3), Victoria (3), Nosotros (2), Azul (2), Cambio (1), Valor-Unionista (1), Todos (1), URNG-Winaq (1), Valor (1) y Vamos (1). 

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  • Antes del inicio de la legislatura, Semilla era la tercera fuerza política del Congreso; la UNE, que logró 28 curules, se dividió y 23 de ellos se rebelaron —nuevamente— contra Sandra Torres y votaron con Semilla.  
     
     

  • De esa manera, partidos opositores se alinearon con el fin de obtener rentas al estar del lado del partido del presidente Bernardo Arévalo.  

 

Hemeroteca. Las mayorías legislativas son una realidad ajena a Guatemala. Alfonso Portillo fue el último presidente en contar con el apoyo de una mayoría absoluta en el Congreso, cuando su partido (FGR) consiguió mayoría absoluta para el periodo 1999-2003. En el siguiente periodo, la coalición del presidente Óscar Berger obtuvo solamente 47 escaños (29.75%).  

 

  • Desde Berger –incluido– ningún presidente ha logrado una bancada lo suficientemente numerosa para tener la mayoría legislativa por su cuenta, haciendo de las coaliciones y las negociaciones entre bancadas una norma para poder gobernar.  

 

En perspectiva. El gobierno de Alejandro Giammattei no fue la excepción. A pesar de haber logrado solamente 17 escaños —en contraste con los 52 de la UNE—, Giammattei logró consolidar una coalición que le permitió gobernar con un legislativo totalmente alineado a sus intereses y con una disciplina incuestionable.  

 

  • Aunque las alianzas nunca habían sido tan sólidas como con Giammattei, todos los presidentes, desde Berger, formaron coaliciones mayoritarias en el Congreso.  

 

  • Este fenómeno fue bautizado por la izquierda —en aquel momento desde una posición opositora— como el “pacto de corruptos”.  

 

  • El gobierno de Arévalo consiguió, por ahora, una alianza de la misma naturaleza: sin embargo, debido a la luna de miel de los primeros días del gobierno, no se habla aún del pacto. 

 

Entre líneas. La naturaleza del sistema electoral guatemalteco obliga a negociar entre bancadas para gobernar, sin embargo, el fenómeno transforma al legislativo en una extensión del Ejecutivo, en vez de lo que supone ser: un contrapeso y un mecanismo de fiscalización del poder. Guatemala es un país hiperpresidencialista, dónde, a pesar de que el Legislativo es el primer órgano del Estado, este orbita alrededor de la figura del presidente.  

 

  • Mientras que el proyecto político de Semilla proponía una manera distinta de hacer política, ha recurrido a las mismas prácticas y vicios de anteriores administraciones para asegurar gobernabilidad.  
     
     

  • La alternativa —el aislamiento legislativo y las coaliciones minoritarias— hubiese sido coherente con sus promesas, pero poco efectivo para llevar a cabo sus fines.  
     
     

  • Estas coaliciones no tienen coherencia en cuanto a sus perspectivas de política pública, debido a sus contradicciones ideológicas. El vínculo que las mantiene a flote es el intercambio de favores, comprometiendo los principios por la búsqueda de rentas. 

 

En conclusión. La coalición que reúne a diputados de Semilla, la UNE, Cabal y Valor-Unionista —entre otros— sigue la dinámica tradicional del legislativo guatemalteco: los bloques mayoritarios prestan sus votos al partido de gobierno, aun si este no tiene suficiente peso dentro del Congreso por sí solo. La dinámica no va de ideales, ni de primaveras, sino de poder real. En un país presidencialista, el poder recae, principalmente, en el Ejecutivo y el Congreso se vuelve en un instrumento a su favor.