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La asunción de las nuevas autoridades: triunfo de las instituciones republicanas

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Redacción República
04 de enero, 2024

 Como todos los años de inauguración de gobierno, 2024 provee esperanzas renovadas para quienes votaron por los candidatos ganadores, pero también trae desilusión (o apatía) para todos los perdedores; es de esperarse.

Sin embargo, en este año en particular, buena parte de los perdedores –y sus muy ruidosos seguidores– más que desilusionados por el resultado electoral, se han quedado rabiando y han buscado por distintos caminos impedir el traspaso pacífico del poder, que es lo que la democracia ofrece. En estos tiempos de crisis de élites políticas y desencanto casi generalizado con la democracia liberal, podemos tomar solaz en que, cuando menos, la democracia sirve para “despedir” a nuestros mandatarios.  

Salvo un imponderable –algún acto que rompa el orden constitucional– los diputados electos, Bernardo Arévalo y Karin Herrera tomarán posesión en 10 días, y al día siguiente, el 15 de enero, lo harán los alcaldes y corporaciones municipales, tal como lo disponen la Constitución y la Ley Electoral.  

El partido de gobierno será minoritario en el Congreso; así ha sido desde hace 3 o 4 legislaturas, sin embargo, para Semilla será particularmente complicada la gobernabilidad –cuando menos en el Legislativo– pues tiene su personalidad jurídica suspendida. Además, los líderes de ese partido han dicho desde que ganaron la primera vuelta, que no buscarán hacer alianzas con otros partidos o diputados “a cambio de algo”. Si no logran imponer su agenda, han amenazado con llevar huestes a las afueras del Congreso para ejercer presión.    

Además del cambio en el Ejecutivo y Legislativo, en este 2024 también deberán elegirse cortes, tanto Suprema, como de Apelaciones, lo que ejerce particular presión sobre una administración recién estrenada y una bancada bisoña; las presiones e intereses se verán desde las comisiones de postulación, pero serán los diputados quienes finalmente elijan a los magistrados.

Más allá del cambio de autoridades en los tres poderes, el mayor reto del gobierno entrante será convencer, no a sus detractores, sino a quienes les votaron, pues sus expectativas son muy altas. La campaña de Semilla –tanto a nivel presidencial, como de diputados– ofreció un cambio de paradigma y cualquier cosa que no sea eso, será una desilusión para con quienes les apoyaron. Arévalo podría perder apoyo popular más pronto que tarde.  

Semilla se ha caracterizado por su verticalidad –a pesar de intentar presentarse como democráticos–. De ello da cuenta la expulsión de varios activistas fundadores e incluso de diputados que no votan con la “línea”. La disidencia se ha castigado con disciplina. Ello hace previsible que se formen facciones y haya pugnas por cuotas de poder o por avanzar determinadas agendas.

Todo ese desgaste pone en riesgo no solo un gobierno, sino la estabilidad política. Semilla no debe echar mano del típico recurso de los gobiernos y pretender culpar de sus incapacidades a opositores, sean estos reales o imaginarios.  

Luego de unas convulsas elecciones, en donde prevaleció la voluntad popular gracias a las instituciones republicanas, lo que conviene al país es estabilidad. Tanto la acción de gobierno como la oposición son necesarias para abonar a la construcción de una república donde quepan todos.

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La asunción de las nuevas autoridades: triunfo de las instituciones republicanas

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Redacción República
04 de enero, 2024

 Como todos los años de inauguración de gobierno, 2024 provee esperanzas renovadas para quienes votaron por los candidatos ganadores, pero también trae desilusión (o apatía) para todos los perdedores; es de esperarse.

Sin embargo, en este año en particular, buena parte de los perdedores –y sus muy ruidosos seguidores– más que desilusionados por el resultado electoral, se han quedado rabiando y han buscado por distintos caminos impedir el traspaso pacífico del poder, que es lo que la democracia ofrece. En estos tiempos de crisis de élites políticas y desencanto casi generalizado con la democracia liberal, podemos tomar solaz en que, cuando menos, la democracia sirve para “despedir” a nuestros mandatarios.  

Salvo un imponderable –algún acto que rompa el orden constitucional– los diputados electos, Bernardo Arévalo y Karin Herrera tomarán posesión en 10 días, y al día siguiente, el 15 de enero, lo harán los alcaldes y corporaciones municipales, tal como lo disponen la Constitución y la Ley Electoral.  

El partido de gobierno será minoritario en el Congreso; así ha sido desde hace 3 o 4 legislaturas, sin embargo, para Semilla será particularmente complicada la gobernabilidad –cuando menos en el Legislativo– pues tiene su personalidad jurídica suspendida. Además, los líderes de ese partido han dicho desde que ganaron la primera vuelta, que no buscarán hacer alianzas con otros partidos o diputados “a cambio de algo”. Si no logran imponer su agenda, han amenazado con llevar huestes a las afueras del Congreso para ejercer presión.    

Además del cambio en el Ejecutivo y Legislativo, en este 2024 también deberán elegirse cortes, tanto Suprema, como de Apelaciones, lo que ejerce particular presión sobre una administración recién estrenada y una bancada bisoña; las presiones e intereses se verán desde las comisiones de postulación, pero serán los diputados quienes finalmente elijan a los magistrados.

Más allá del cambio de autoridades en los tres poderes, el mayor reto del gobierno entrante será convencer, no a sus detractores, sino a quienes les votaron, pues sus expectativas son muy altas. La campaña de Semilla –tanto a nivel presidencial, como de diputados– ofreció un cambio de paradigma y cualquier cosa que no sea eso, será una desilusión para con quienes les apoyaron. Arévalo podría perder apoyo popular más pronto que tarde.  

Semilla se ha caracterizado por su verticalidad –a pesar de intentar presentarse como democráticos–. De ello da cuenta la expulsión de varios activistas fundadores e incluso de diputados que no votan con la “línea”. La disidencia se ha castigado con disciplina. Ello hace previsible que se formen facciones y haya pugnas por cuotas de poder o por avanzar determinadas agendas.

Todo ese desgaste pone en riesgo no solo un gobierno, sino la estabilidad política. Semilla no debe echar mano del típico recurso de los gobiernos y pretender culpar de sus incapacidades a opositores, sean estos reales o imaginarios.  

Luego de unas convulsas elecciones, en donde prevaleció la voluntad popular gracias a las instituciones republicanas, lo que conviene al país es estabilidad. Tanto la acción de gobierno como la oposición son necesarias para abonar a la construcción de una república donde quepan todos.