Mientras unos están en pena, otros están en la pepena. Este dicho se aplica como anillo al dedo (otro dicho) a lo que sucede con la cada vez más importante y generalizada influencia de China en Latinoamérica. Presencia que logra por el intercambio comercial y la ayuda directa, en contraposición a lo que los Estados Unidos, la potencia de la región, viene haciendo y dejando de hacer para mantener su posición hegemónica.
En menos de una semana hubo dos noticias que dan cuenta de esta situación. El 12 de octubre varios congresistas republicanos le enviaron una carta a Katherine Tai, representante de la Oficina de Comercio de los Estados Unidos, para manifestar su preocupación por precisamente eso: la creciente influencia comercial, tecnológica y política que tiene China en Latinoamérica, mientras los Estados Unidos parece olvidar a sus amigos de la región.
La otra noticia es la emanada del Departamento de Justicia que, en el marco de una “Fuerza de Tarea”. Crea un hotline de denuncias mediante un correo electrónico en donde se podrá enviar cualquier información sobre actos de corrupción ocurridos en los países del “Triángulo Norte”. Y que tengan vinculación con alguna actividad en territorio norteamericano (utilización del sistema bancario, propiedades producto de dinero malhabido, etcétera)
- Deberías leer: Cuál es la verdadera representatividad de algunos que dicen ser líderes indígenas en Guatemala
Con esas dos noticias se puede ver fácilmente cuál es el approach de cada potencia y cuáles son los efectos. Mientras China pone muy poca o nada atención a la gobernanza y a asuntos internos de los países con los que intercambia y en los que invierte en proyectos de infraestructura que, a su vez, traen beneficio económico para los países y sus habitantes, Estados Unidos, cada vez menos está presente comercialmente.
Además impone una serie de reglas, requisitos y condiciones para “ayudar” a los países de la región, al punto de restringir la poca ayuda a temas que son de su interés, más que del país que parecen afectar.
Sin menospreciar la enorme y agradecida ayuda con la donación de 4.5 millones de dosis de vacunas, bastantes más que las adquiridas por el gobierno, la ayuda de EE. UU. es a cuentagotas, y siempre trae una serie de condiciones sin las que el apoyo no se da.
En el caso particular de la denominada Fuerza de Tarea para Combatir la Corrupción en los países del Triángulo Norte, la apuesta del norte es que al combatir la corrupción, las “condiciones de raíz” de la migración se eliminarán y ellos, allá, tendrán menos problemas. Aunque es innegable que la corrupción roba oportunidades en alguna medida, también lo es que la aproximación, cuando menos a corto y mediano plazo, de China, es mucho más eficaz para que los gobiernos puedan proveer algún beneficio a la población.
La inversión en proyectos de infraestructura productiva (carreteras, puertos y aeropuertos) tiene un efecto tangible casi de inmediato en los ingresos de un país y en la calidad de vida de sus habitantes. Por supuesto, los recursos deben ser bien utilizados y es tarea de cada país asegurarse de ello, no del socio comercial que, cual caporal, vigile que se estén portando bien los peones y que si no, los castiga.
El asunto es mucho más complejo y la lucha por el dominio político y económico del mundo es una en la que Guatemala nada puede hacer. Excepto aprovechar las oportunidades y, con dignidad, poner las condiciones que pueda para conseguir beneficios.
Por mil y una razones, la relación con EE. UU. debe privilegiarse, pero es innegable que la forma de trato de una y otra potencia hacia los países y, como digo, su approach, es muy distinto.
Claramente se está prefiriendo el modelo de intercambio comercial e inversión en infraestructura, que el de caporal que condiciona la ayuda y crea fuerzas de tarea y correos electrónicos para una lucha en contra de la corrupción que, aunque necesaria, siempre es tendenciosa y manejada por unos pocos contra sus enemigos ideológicos o de otra índole.
Lo curioso del asunto es que China está haciendo mucho más y efectivamente para disminuír las “causas de raíz” de la migración, como lo es la inversión y aumento de la productividad, que los propios gringos. China le está haciendo el trabajo a EE. UU., también en esto. Increíble.
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Mientras unos están en pena, otros están en la pepena. Este dicho se aplica como anillo al dedo (otro dicho) a lo que sucede con la cada vez más importante y generalizada influencia de China en Latinoamérica. Presencia que logra por el intercambio comercial y la ayuda directa, en contraposición a lo que los Estados Unidos, la potencia de la región, viene haciendo y dejando de hacer para mantener su posición hegemónica.
En menos de una semana hubo dos noticias que dan cuenta de esta situación. El 12 de octubre varios congresistas republicanos le enviaron una carta a Katherine Tai, representante de la Oficina de Comercio de los Estados Unidos, para manifestar su preocupación por precisamente eso: la creciente influencia comercial, tecnológica y política que tiene China en Latinoamérica, mientras los Estados Unidos parece olvidar a sus amigos de la región.
La otra noticia es la emanada del Departamento de Justicia que, en el marco de una “Fuerza de Tarea”. Crea un hotline de denuncias mediante un correo electrónico en donde se podrá enviar cualquier información sobre actos de corrupción ocurridos en los países del “Triángulo Norte”. Y que tengan vinculación con alguna actividad en territorio norteamericano (utilización del sistema bancario, propiedades producto de dinero malhabido, etcétera)
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Con esas dos noticias se puede ver fácilmente cuál es el approach de cada potencia y cuáles son los efectos. Mientras China pone muy poca o nada atención a la gobernanza y a asuntos internos de los países con los que intercambia y en los que invierte en proyectos de infraestructura que, a su vez, traen beneficio económico para los países y sus habitantes, Estados Unidos, cada vez menos está presente comercialmente.
Además impone una serie de reglas, requisitos y condiciones para “ayudar” a los países de la región, al punto de restringir la poca ayuda a temas que son de su interés, más que del país que parecen afectar.
Sin menospreciar la enorme y agradecida ayuda con la donación de 4.5 millones de dosis de vacunas, bastantes más que las adquiridas por el gobierno, la ayuda de EE. UU. es a cuentagotas, y siempre trae una serie de condiciones sin las que el apoyo no se da.
En el caso particular de la denominada Fuerza de Tarea para Combatir la Corrupción en los países del Triángulo Norte, la apuesta del norte es que al combatir la corrupción, las “condiciones de raíz” de la migración se eliminarán y ellos, allá, tendrán menos problemas. Aunque es innegable que la corrupción roba oportunidades en alguna medida, también lo es que la aproximación, cuando menos a corto y mediano plazo, de China, es mucho más eficaz para que los gobiernos puedan proveer algún beneficio a la población.
La inversión en proyectos de infraestructura productiva (carreteras, puertos y aeropuertos) tiene un efecto tangible casi de inmediato en los ingresos de un país y en la calidad de vida de sus habitantes. Por supuesto, los recursos deben ser bien utilizados y es tarea de cada país asegurarse de ello, no del socio comercial que, cual caporal, vigile que se estén portando bien los peones y que si no, los castiga.
El asunto es mucho más complejo y la lucha por el dominio político y económico del mundo es una en la que Guatemala nada puede hacer. Excepto aprovechar las oportunidades y, con dignidad, poner las condiciones que pueda para conseguir beneficios.
Por mil y una razones, la relación con EE. UU. debe privilegiarse, pero es innegable que la forma de trato de una y otra potencia hacia los países y, como digo, su approach, es muy distinto.
Claramente se está prefiriendo el modelo de intercambio comercial e inversión en infraestructura, que el de caporal que condiciona la ayuda y crea fuerzas de tarea y correos electrónicos para una lucha en contra de la corrupción que, aunque necesaria, siempre es tendenciosa y manejada por unos pocos contra sus enemigos ideológicos o de otra índole.
Lo curioso del asunto es que China está haciendo mucho más y efectivamente para disminuír las “causas de raíz” de la migración, como lo es la inversión y aumento de la productividad, que los propios gringos. China le está haciendo el trabajo a EE. UU., también en esto. Increíble.
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