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Alérgicos al pluralismo

Es decir, si nuestro deseo es elegir la alternativa, tenemos el derecho de hacerlo sin rendir cuentas a nadie, siempre y cuando lo hagamos dentro de las formas democráticas y del debido proceso que aun preservamos en este país.

.
Roberto Carlos Recinos-Abularach |
05 de julio, 2023

El pluralismo político –la coexistencia pacífica de distintas ideas e intereses respecto a los asuntos de Estado en una sociedad– supone un activo nacional, pues implica la necesidad de debate abierto y la búsqueda de consensos en la heterogeneidad. Ahora bien, si resulta que este reconocimiento de lo múltiple ocurre y se despliega hacia la izquierda del espectro político, entonces, para muchos, deja de ser una buena noticia y se convierte, de plano, en una amenaza imposible de tolerar.  En la Guatemala post 25 de junio, hemos visto cómo los partidos políticos organizados en torno a extensivas y prolongadas prácticas de desfalco –apropiamiento de fondos y recursos públicos para su propio beneficio– se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de ver a un gobierno progresista, socialdemócrata –de izquierdas, en fin– en el poder. Dentro de esta colección de asociaciones politiqueras oportunistas encontramos a algunas que desaparecerán pronto, por no obtener el mínimo de votos estipulados por el derecho interno. Increíble.

Que Bernardo Arévalo sea electo presidente significaría para todas estas agrupaciones el fin de su modo de vida basada en el fraude, la corrupción y la impunidad. Obviamente, tienen pánico de verse forzados a trabajar honradamente para mantener su patrimonio y posición. No están acostumbrados, no se lo esperaban y, muy posiblemente, no saben cómo conducirse fuera del peculado y la mentira.

Que conste que no soy estrictamente pro-Semilla, mucho menos militante.

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Es decir, si nuestro deseo es elegir la alternativa, tenemos el derecho de hacerlo sin rendir cuentas a nadie, siempre y cuando lo hagamos dentro de las formas democráticas y del debido proceso que aun preservamos en este país. Endosar acríticamente o por mera reacción al –bien o mal– llamado pacto de corruptos, vieja política, elitismo tradicional, red criminal, et al, en su plan de sabotaje a la candidatura de Arévalo, significaría ser parte esencial del problema.

¡Es que son Cínicos!

En su comunicado de prensa, “los 14” –viejos partidos políticos– invocan nociones que ellos mismos han históricamente ultrajado; como cuando se presentan a sí mismos como “organizaciones políticas respetuosas de la Constitución”, o cuando justifican su accionar en pro de la defensa de “la transparencia del proceso electoral”, “la voluntad del pueblo” y “la democracia”. Vaya sinvergüenzas. Como si el ciudadano promedio fuera un tonto sin memoria. Peor aún, en su acción de amparo ante la Corte de Constitucionalidad, se llenan la boca de Estado de Derecho, derechos humanos, procesos democráticos y debida función pública.

¡Como osan ellos nombrar estas ideas sin sonrojarse!

 Amigos, el progresismo no es comunismo

Con la nueva popularidad de Semilla, mucho se ha dicho respecto a su ideología. Algunos han afirmado en las últimas dos semanas que son de extrema izquierda, lo cual constituye un dictamen erróneo. Semilla es un movimiento de centroizquierda, autodefinido como “socialdemócrata y progresista”. Como constitutivos de su identidad programática se dejan ver, principalmente: la llamada lucha contra la corrupción (en lo público) y los monopolios corporativos (en lo privado), el rescate y empoderamiento de los exiliados del sector justicia, el fortalecimiento y ampliación de los servicios de salud, reformas educativas culturalistas, atención a la niñez, una dirección parcial de la economía y la reformulación de los Acuerdos de Paz. Dejando de lado al progresismo sociocultural –o “el discurso progre”–, son los temas económicos los que mayor recelo despiertan entre sus opositores y votantes disidentes.  En su propio manifiesto, su objetivo macroeconómico se antoja ambiguo y se expresa como el compromiso de “impulsar una economía humana” (sic) –no una economía de humanos, evidentemente, sino una economía más humanizada: “próspera, equitativa y ambientalmente sostenible”– con el fin último de “reducir la pobreza y [prevenir] la exclusión”, cimentado en “la equidad como eje orientador de la acción pública”.  Sus otros 4 ejes de gobierno, además del económico, son (2) construir democracia; (3) promover la equidad desde lo estatal; (4) reconocer la pluralidad nacional, y; (4) respetar a la naturaleza.  En ese sentido y volviendo un poco, no queda, pues, muy claro cuáles serán sus medidas legislativas y ejecutivas concretas para “humanizar” la economía.

En su plan de gobierno 2024-2028, algo más desarrollado, amplían. Afirman que organizarían la economía de forma “sostenible” y estableciendo las condiciones que conduzcan a una “producción nacional innovadora […] y competitiva” que “impulse el empleo y mejore la calidad de vida de los trabajadores y sus familias”.  Sigue su plan, apelando a la equidad, hacia “políticas predistributivas y redistributivas”. Se intuyen medidas tales como salarios mínimos diferenciados, precios tope, rentas básicas universales, subsidios a industrias favorecidas y servicios públicos fundamentales e impuestos progresivos. La expropiación generalizada de tierras y la abolición de la propiedad privada son puras quimeras, exageraciones de quienes le tienen miedo a las políticas sociales o a la profundización de la guerra contra la corrupción.  

¿Es Semilla de extrema izquierda?

Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que Semilla cabe dentro de la extrema izquierda, pero solo en lo social-cultural (progresismo), mas no en lo económico-social (comunismo), similarmente a lo que fueran las administraciones de Arévalo Bermejo y Árbenz Guzmán (1944-1954). En lo socioeconómico son promotores de una economía mixta de intervencionismo administrativo en el marco de un republicanismo capitalista de libre mercado. O lo que es lo mismo, no impulsan una revolución proletaria –a lo Codeca– sino una reforma macroeconómica, a la vez que defienden, inequívocamente, el feminismo de última generación, la despenalización del aborto y los derechos sexuales/reproductivos, los principios de género no definido y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Si bien no parecen atentar en contra de la libertad individual para emprender, sí que lo pueden hacer en contra de la libre expresión, los credos de la familia tradicional, la biología, el lenguaje, la religión y la conservación de nuestros valores clásicos, lo cual, para muchos, es igual de alarmante. Naturalmente.

En todo caso, no al sabotaje, sí al balotaje, bienvenido el pluralismo

y que prevalezca quien el pueblo soberano decrete.  

Alérgicos al pluralismo

Es decir, si nuestro deseo es elegir la alternativa, tenemos el derecho de hacerlo sin rendir cuentas a nadie, siempre y cuando lo hagamos dentro de las formas democráticas y del debido proceso que aun preservamos en este país.

Roberto Carlos Recinos-Abularach |
05 de julio, 2023
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El pluralismo político –la coexistencia pacífica de distintas ideas e intereses respecto a los asuntos de Estado en una sociedad– supone un activo nacional, pues implica la necesidad de debate abierto y la búsqueda de consensos en la heterogeneidad. Ahora bien, si resulta que este reconocimiento de lo múltiple ocurre y se despliega hacia la izquierda del espectro político, entonces, para muchos, deja de ser una buena noticia y se convierte, de plano, en una amenaza imposible de tolerar.  En la Guatemala post 25 de junio, hemos visto cómo los partidos políticos organizados en torno a extensivas y prolongadas prácticas de desfalco –apropiamiento de fondos y recursos públicos para su propio beneficio– se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de ver a un gobierno progresista, socialdemócrata –de izquierdas, en fin– en el poder. Dentro de esta colección de asociaciones politiqueras oportunistas encontramos a algunas que desaparecerán pronto, por no obtener el mínimo de votos estipulados por el derecho interno. Increíble.

Que Bernardo Arévalo sea electo presidente significaría para todas estas agrupaciones el fin de su modo de vida basada en el fraude, la corrupción y la impunidad. Obviamente, tienen pánico de verse forzados a trabajar honradamente para mantener su patrimonio y posición. No están acostumbrados, no se lo esperaban y, muy posiblemente, no saben cómo conducirse fuera del peculado y la mentira.

Que conste que no soy estrictamente pro-Semilla, mucho menos militante.

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Es decir, si nuestro deseo es elegir la alternativa, tenemos el derecho de hacerlo sin rendir cuentas a nadie, siempre y cuando lo hagamos dentro de las formas democráticas y del debido proceso que aun preservamos en este país. Endosar acríticamente o por mera reacción al –bien o mal– llamado pacto de corruptos, vieja política, elitismo tradicional, red criminal, et al, en su plan de sabotaje a la candidatura de Arévalo, significaría ser parte esencial del problema.

¡Es que son Cínicos!

En su comunicado de prensa, “los 14” –viejos partidos políticos– invocan nociones que ellos mismos han históricamente ultrajado; como cuando se presentan a sí mismos como “organizaciones políticas respetuosas de la Constitución”, o cuando justifican su accionar en pro de la defensa de “la transparencia del proceso electoral”, “la voluntad del pueblo” y “la democracia”. Vaya sinvergüenzas. Como si el ciudadano promedio fuera un tonto sin memoria. Peor aún, en su acción de amparo ante la Corte de Constitucionalidad, se llenan la boca de Estado de Derecho, derechos humanos, procesos democráticos y debida función pública.

¡Como osan ellos nombrar estas ideas sin sonrojarse!

 Amigos, el progresismo no es comunismo

Con la nueva popularidad de Semilla, mucho se ha dicho respecto a su ideología. Algunos han afirmado en las últimas dos semanas que son de extrema izquierda, lo cual constituye un dictamen erróneo. Semilla es un movimiento de centroizquierda, autodefinido como “socialdemócrata y progresista”. Como constitutivos de su identidad programática se dejan ver, principalmente: la llamada lucha contra la corrupción (en lo público) y los monopolios corporativos (en lo privado), el rescate y empoderamiento de los exiliados del sector justicia, el fortalecimiento y ampliación de los servicios de salud, reformas educativas culturalistas, atención a la niñez, una dirección parcial de la economía y la reformulación de los Acuerdos de Paz. Dejando de lado al progresismo sociocultural –o “el discurso progre”–, son los temas económicos los que mayor recelo despiertan entre sus opositores y votantes disidentes.  En su propio manifiesto, su objetivo macroeconómico se antoja ambiguo y se expresa como el compromiso de “impulsar una economía humana” (sic) –no una economía de humanos, evidentemente, sino una economía más humanizada: “próspera, equitativa y ambientalmente sostenible”– con el fin último de “reducir la pobreza y [prevenir] la exclusión”, cimentado en “la equidad como eje orientador de la acción pública”.  Sus otros 4 ejes de gobierno, además del económico, son (2) construir democracia; (3) promover la equidad desde lo estatal; (4) reconocer la pluralidad nacional, y; (4) respetar a la naturaleza.  En ese sentido y volviendo un poco, no queda, pues, muy claro cuáles serán sus medidas legislativas y ejecutivas concretas para “humanizar” la economía.

En su plan de gobierno 2024-2028, algo más desarrollado, amplían. Afirman que organizarían la economía de forma “sostenible” y estableciendo las condiciones que conduzcan a una “producción nacional innovadora […] y competitiva” que “impulse el empleo y mejore la calidad de vida de los trabajadores y sus familias”.  Sigue su plan, apelando a la equidad, hacia “políticas predistributivas y redistributivas”. Se intuyen medidas tales como salarios mínimos diferenciados, precios tope, rentas básicas universales, subsidios a industrias favorecidas y servicios públicos fundamentales e impuestos progresivos. La expropiación generalizada de tierras y la abolición de la propiedad privada son puras quimeras, exageraciones de quienes le tienen miedo a las políticas sociales o a la profundización de la guerra contra la corrupción.  

¿Es Semilla de extrema izquierda?

Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que Semilla cabe dentro de la extrema izquierda, pero solo en lo social-cultural (progresismo), mas no en lo económico-social (comunismo), similarmente a lo que fueran las administraciones de Arévalo Bermejo y Árbenz Guzmán (1944-1954). En lo socioeconómico son promotores de una economía mixta de intervencionismo administrativo en el marco de un republicanismo capitalista de libre mercado. O lo que es lo mismo, no impulsan una revolución proletaria –a lo Codeca– sino una reforma macroeconómica, a la vez que defienden, inequívocamente, el feminismo de última generación, la despenalización del aborto y los derechos sexuales/reproductivos, los principios de género no definido y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Si bien no parecen atentar en contra de la libertad individual para emprender, sí que lo pueden hacer en contra de la libre expresión, los credos de la familia tradicional, la biología, el lenguaje, la religión y la conservación de nuestros valores clásicos, lo cual, para muchos, es igual de alarmante. Naturalmente.

En todo caso, no al sabotaje, sí al balotaje, bienvenido el pluralismo

y que prevalezca quien el pueblo soberano decrete.