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No votamos a favor de Semilla

¡Ojo! El trabajo de ciudadanía no termina con el voto responsable, allí es cuando realmente empieza.

.
Roberto Carlos Recinos-Abularach |
27 de junio, 2023

Nos hemos manifestado, más bien, en contra de la forma tradicional de ejercer el poder.

No es lo mismo.

En un multipartidismo republicano, más allá de votar por pura inercia, existen, fundamentalmente, dos maneras de emitir sufragio: a favor de una idea, proyecto y/o modelo de gobernanza, o, en contra de ciertas personas, grupos, prácticas o modos de interpretar la realidad.  Al primer molde le podemos llamar voto constructivo y al segundo voto destructivo, el cual, a su vez, se puede expresar pasivamente, a través del voto nulo o voto en blanco (es discutible si no ir a votar constituye expresión democrática; depende de a quién se le pregunte) y activamente, mediante voto disidente.  

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El voto constructivo o voto proactivo está fundamentado en una profunda reflexión filo-política y un extenso análisis técnico y deontológico de los candidatos y sus grupos políticos, su historia y sus propuestas y en la consecuente emisión de un voto activo bien informado. El otro tipo, el voto destructivo, voto castigo o antivoto, carece de contenido crítico propio, pues no se basa en una expresión de apoyo o preferencia a favor de enunciado, creencia, plan o discurso alguno, sino en contra de sus equivalentes. Esto no quiere decir, vale agregar, que el ejercicio del antivoto sea un ejercicio acrítico e inválido en sí mismo, simplemente decimos que su mensaje, más allá del obvio rechazo, resulta vacío – en otras palabras, lleva protesta mas no propuesta.

Solo basta con comprobar que muchas veces endosamos a partidos o candidatos sobre los cuales no tenemos mayor reportaje -desconocemos sus estrategias de gobierno o la ideología que profesan- con tal de evitar que aquello otro que rechazamos se haga con la autoridad pública y el monopolio de la coerción institucional.  Aquí difícilmente encontraremos ese optimismo creador de nuevas realidades y en su lugar descubriríamos hartazgo… y una serie de miedos. Miedo a que nuestra voluntad sea sometida a prácticas extrínsecas, ajenas a nuestra visión del mundo; miedo a que no tengamos voz ni potestad para esbozar nuestro propio destino; miedo a desaparecer en la impotencia e insignificancia histórica.

Temor ante la injusticia.

Esto es lo que parece que ocurrió el domingo con el voto masivo a favor de Semilla, que sorprendió a todos. No se trató únicamente de precariedad de las organizaciones encuestadoras en su labor de informar, o que América Latina se encamina con brazos abiertos hacia el progresismo político. Sus motivos fueron menos simplistas, mucho más recónditos e importantes: los guatemaltecos están desencantados por las malas prácticas, saqueos e impunidad que desbordan su memoria y, por ello, castigaron a la clase política nacional toda, entregándole su decisión al único partido independiente del país, sentenciando así a los que se creen sus dueños.

Ahora bien, e igual de importante, resulta preguntarnos, si se consuma la hipotética victoria de Semilla en segunda vuelta: ¿ya ganó Guatemala por default? No. Guatemala solo se puede beneficiar de nuestra participación activa en pro de fiscalizar el desempeño de sus gobernantes y de limitar todo exceso legislativo, en los próximos cuatro años.

¡Ojo! El trabajo de ciudadanía no termina con el voto responsable, allí es cuando realmente empieza.

Y es que existen varias amenazas que le son propias a los movimientos progresistas contemporáneos y de los cuales Movimiento Semilla no se escapa -no puede, pues encuentra allí su identidad discursiva- como son, inter alia, la inclusión forzada, la imposición de cuotas, los resarcimientos históricos, los salarios mínimos y las  rentas básicas, la legalización y promoción del aborto, las reformas fiscales confiscatorias, la doctrina de género, la intransigente cultura de cancelación de expresiones libres, la demonización, ipso iure, del empresariado organizado y la confusión de la democracia horizontal con el socialismo, a costa del espíritu emprendedor que le es inherente a todo ser humano.

Si Movimiento Semilla confirma lo que hoy se intuye y vence a la UNE en segunda vuelta, debemos nosotros cuidar de la familia y de la gobernabilidad nacional, desde el liberalismo, la socialdemocracia (ésta última, no una confusión, sino un equilibrio) o desde donde sea que consideremos estar, siempre y cuando prevalezca la libertad de acción, pensamiento y expresión, el respeto a los derechos humanos de todas las clase, la sana protección a la empresa y la propiedad privada.

Si la victoria de Bernardo Arévalo, en este contexto, se puede considerar buena noticia, nuestra pasividad ante ello sería una tragedia histórica.

El tiempo nos juzgará

como corresponde.

No votamos a favor de Semilla

¡Ojo! El trabajo de ciudadanía no termina con el voto responsable, allí es cuando realmente empieza.

Roberto Carlos Recinos-Abularach |
27 de junio, 2023
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Nos hemos manifestado, más bien, en contra de la forma tradicional de ejercer el poder.

No es lo mismo.

En un multipartidismo republicano, más allá de votar por pura inercia, existen, fundamentalmente, dos maneras de emitir sufragio: a favor de una idea, proyecto y/o modelo de gobernanza, o, en contra de ciertas personas, grupos, prácticas o modos de interpretar la realidad.  Al primer molde le podemos llamar voto constructivo y al segundo voto destructivo, el cual, a su vez, se puede expresar pasivamente, a través del voto nulo o voto en blanco (es discutible si no ir a votar constituye expresión democrática; depende de a quién se le pregunte) y activamente, mediante voto disidente.  

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Solo basta con comprobar que muchas veces endosamos a partidos o candidatos sobre los cuales no tenemos mayor reportaje -desconocemos sus estrategias de gobierno o la ideología que profesan- con tal de evitar que aquello otro que rechazamos se haga con la autoridad pública y el monopolio de la coerción institucional.  Aquí difícilmente encontraremos ese optimismo creador de nuevas realidades y en su lugar descubriríamos hartazgo… y una serie de miedos. Miedo a que nuestra voluntad sea sometida a prácticas extrínsecas, ajenas a nuestra visión del mundo; miedo a que no tengamos voz ni potestad para esbozar nuestro propio destino; miedo a desaparecer en la impotencia e insignificancia histórica.

Temor ante la injusticia.

Esto es lo que parece que ocurrió el domingo con el voto masivo a favor de Semilla, que sorprendió a todos. No se trató únicamente de precariedad de las organizaciones encuestadoras en su labor de informar, o que América Latina se encamina con brazos abiertos hacia el progresismo político. Sus motivos fueron menos simplistas, mucho más recónditos e importantes: los guatemaltecos están desencantados por las malas prácticas, saqueos e impunidad que desbordan su memoria y, por ello, castigaron a la clase política nacional toda, entregándole su decisión al único partido independiente del país, sentenciando así a los que se creen sus dueños.

Ahora bien, e igual de importante, resulta preguntarnos, si se consuma la hipotética victoria de Semilla en segunda vuelta: ¿ya ganó Guatemala por default? No. Guatemala solo se puede beneficiar de nuestra participación activa en pro de fiscalizar el desempeño de sus gobernantes y de limitar todo exceso legislativo, en los próximos cuatro años.

¡Ojo! El trabajo de ciudadanía no termina con el voto responsable, allí es cuando realmente empieza.

Y es que existen varias amenazas que le son propias a los movimientos progresistas contemporáneos y de los cuales Movimiento Semilla no se escapa -no puede, pues encuentra allí su identidad discursiva- como son, inter alia, la inclusión forzada, la imposición de cuotas, los resarcimientos históricos, los salarios mínimos y las  rentas básicas, la legalización y promoción del aborto, las reformas fiscales confiscatorias, la doctrina de género, la intransigente cultura de cancelación de expresiones libres, la demonización, ipso iure, del empresariado organizado y la confusión de la democracia horizontal con el socialismo, a costa del espíritu emprendedor que le es inherente a todo ser humano.

Si Movimiento Semilla confirma lo que hoy se intuye y vence a la UNE en segunda vuelta, debemos nosotros cuidar de la familia y de la gobernabilidad nacional, desde el liberalismo, la socialdemocracia (ésta última, no una confusión, sino un equilibrio) o desde donde sea que consideremos estar, siempre y cuando prevalezca la libertad de acción, pensamiento y expresión, el respeto a los derechos humanos de todas las clase, la sana protección a la empresa y la propiedad privada.

Si la victoria de Bernardo Arévalo, en este contexto, se puede considerar buena noticia, nuestra pasividad ante ello sería una tragedia histórica.

El tiempo nos juzgará

como corresponde.