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Eso de la discriminación

No niego que sí hay discriminación, pero la lucha tiene que estar enfocada en la igualdad de oportunidades, de trato ante la ley, de acceso a cualquier trabajo, de cumplimiento de normas, reglas de convivencia...

Carolina Castellanos |
02 de junio, 2022

No sé usted, estimado lector, pero yo estoy hasta la coronilla del abuso que se le ha dado a este tema. Aparece en cuanta comunicación hay, escrita y hablada. Ha llegado al extremo que, si usted o yo no decimos “ellas y ellos”, somos acusados de discriminación de forma denigrante, plagada de odio y de insultos. En nombre de la igualdad, de la no discriminación y de la “convivencia”, se ha destruido el lenguaje, las buenas relaciones, la harmonía y la paz.

Es de gran importancia resaltar lo fundamental: la única igualdad es ante la ley, las reglas, las normas, los tratos entre unos y otros. Martin Luther King luchó para que las personas de raza negra pudieran sentarse en los buses en cualquier sillón; que optaran a cualquier trabajo y se les pagara igual que a los de raza blanca. Luchaban por acceso a teatros, a restaurantes, a donde fuera.

Hoy, todo ello no importa. Ya es una norma establecida, para cualquier raza, género, condición social, etc. La discriminación de la que tanto se quejan los grupos de presión está enmarcada en la obtención de privilegios.

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Dicen que son rechazados por ser de la comunicad LGBTIQ+. No niego que sí hay discriminación, pero la lucha tiene que estar enfocada en la igualdad de oportunidades, de trato ante la ley, de acceso a cualquier trabajo, de cumplimiento de normas, reglas de convivencia, etc.  Reitero: la única igualdad es ante la ley. Ésta protege de discriminación cuando es aplicada correctamente.

Sin embargo, las exigencias de trato van más allá del respeto básico que debemos tener unos con otros. Ahora demandan que se les llame “ellos” “ellas”, “elles”, etc. Se ha distorsionado y destruido el idioma en nombre de la “inclusión”, que no es más que un privilegio. Si no lo usamos, nos acusan de discriminarlos, de tratarlos como “sub-humanos”, de no reconocer sus diferencias, etc.

Resulta que los demócratas en Estaos Unidos, que son de ideología socialista, se llaman a sí mismos “el partido de la bondad”. Esto automáticamente significa que, quienes no creemos y hasta rechazamos esa ideología, no somos bondadosos. El ser “inclusivos” va más allá de tratarlos como seres humanos: ¡quieren privilegios!

Human Rights Foundation ha creado el Índice de Igualdad Corporativa. Reconoce a las empresas que cuentan con políticas de orientación sexual y protección de identidad de género. El 60% de las empresas Fortune 500 cuentan con estas políticas. O sea, si mi empresa no cumple con todos los requisitos que han incluido para aparecer en ese listado, estoy sujeta a caer en el abismo por tener prácticas discriminatorias.

Me parece correcto que se luche contra la discriminación, no solo para la comunidad LGTBIQ+ sino para cualquier minoría, sean indígenas, de talla pequeña, con alguna discapacidad, etc. El problema está cunado se excede y lo que buscan los grupos que se politizan, son privilegios. Se distorsiona todo el sistema de justicia pues, por ejemplo, un indígena, una mujer, un transgénero, tendrán una menor sanción que los que no pertenecemos a ninguna minoría, simplemente porque son “diferentes”.

La ley nos debe proteger a todos por igual. Hemos permitido que la “lucha” en contra de la discriminación se vuelva en una batalla en la que prevalece el rechazo, el odio y, por supuesto, más discriminación. La convivencia pacífica se está terminando.

Yo, en lo personal, no tengo absolutamente nada en contra de ningún grupo o persona que pertenezca a una minoría, sea racial, de género u otro, siempre que no abuse de su condición para tener ventajas sobre otros.

Pero sí me opongo rotundamente a la exigencia de destruir el idioma, de dar privilegios, de ser ajusticiados públicamente si no se contrata a alguien perteneciente a uno de estos grupos. Allí se terminó la libertad y se distorsionó la justicia. Como he dicho muchas veeces ya, sin justicia no puede haber paz.

Eso de la discriminación

No niego que sí hay discriminación, pero la lucha tiene que estar enfocada en la igualdad de oportunidades, de trato ante la ley, de acceso a cualquier trabajo, de cumplimiento de normas, reglas de convivencia...

Carolina Castellanos |
02 de junio, 2022

No sé usted, estimado lector, pero yo estoy hasta la coronilla del abuso que se le ha dado a este tema. Aparece en cuanta comunicación hay, escrita y hablada. Ha llegado al extremo que, si usted o yo no decimos “ellas y ellos”, somos acusados de discriminación de forma denigrante, plagada de odio y de insultos. En nombre de la igualdad, de la no discriminación y de la “convivencia”, se ha destruido el lenguaje, las buenas relaciones, la harmonía y la paz.

Es de gran importancia resaltar lo fundamental: la única igualdad es ante la ley, las reglas, las normas, los tratos entre unos y otros. Martin Luther King luchó para que las personas de raza negra pudieran sentarse en los buses en cualquier sillón; que optaran a cualquier trabajo y se les pagara igual que a los de raza blanca. Luchaban por acceso a teatros, a restaurantes, a donde fuera.

Hoy, todo ello no importa. Ya es una norma establecida, para cualquier raza, género, condición social, etc. La discriminación de la que tanto se quejan los grupos de presión está enmarcada en la obtención de privilegios.

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Dicen que son rechazados por ser de la comunicad LGBTIQ+. No niego que sí hay discriminación, pero la lucha tiene que estar enfocada en la igualdad de oportunidades, de trato ante la ley, de acceso a cualquier trabajo, de cumplimiento de normas, reglas de convivencia, etc.  Reitero: la única igualdad es ante la ley. Ésta protege de discriminación cuando es aplicada correctamente.

Sin embargo, las exigencias de trato van más allá del respeto básico que debemos tener unos con otros. Ahora demandan que se les llame “ellos” “ellas”, “elles”, etc. Se ha distorsionado y destruido el idioma en nombre de la “inclusión”, que no es más que un privilegio. Si no lo usamos, nos acusan de discriminarlos, de tratarlos como “sub-humanos”, de no reconocer sus diferencias, etc.

Resulta que los demócratas en Estaos Unidos, que son de ideología socialista, se llaman a sí mismos “el partido de la bondad”. Esto automáticamente significa que, quienes no creemos y hasta rechazamos esa ideología, no somos bondadosos. El ser “inclusivos” va más allá de tratarlos como seres humanos: ¡quieren privilegios!

Human Rights Foundation ha creado el Índice de Igualdad Corporativa. Reconoce a las empresas que cuentan con políticas de orientación sexual y protección de identidad de género. El 60% de las empresas Fortune 500 cuentan con estas políticas. O sea, si mi empresa no cumple con todos los requisitos que han incluido para aparecer en ese listado, estoy sujeta a caer en el abismo por tener prácticas discriminatorias.

Me parece correcto que se luche contra la discriminación, no solo para la comunidad LGTBIQ+ sino para cualquier minoría, sean indígenas, de talla pequeña, con alguna discapacidad, etc. El problema está cunado se excede y lo que buscan los grupos que se politizan, son privilegios. Se distorsiona todo el sistema de justicia pues, por ejemplo, un indígena, una mujer, un transgénero, tendrán una menor sanción que los que no pertenecemos a ninguna minoría, simplemente porque son “diferentes”.

La ley nos debe proteger a todos por igual. Hemos permitido que la “lucha” en contra de la discriminación se vuelva en una batalla en la que prevalece el rechazo, el odio y, por supuesto, más discriminación. La convivencia pacífica se está terminando.

Yo, en lo personal, no tengo absolutamente nada en contra de ningún grupo o persona que pertenezca a una minoría, sea racial, de género u otro, siempre que no abuse de su condición para tener ventajas sobre otros.

Pero sí me opongo rotundamente a la exigencia de destruir el idioma, de dar privilegios, de ser ajusticiados públicamente si no se contrata a alguien perteneciente a uno de estos grupos. Allí se terminó la libertad y se distorsionó la justicia. Como he dicho muchas veeces ya, sin justicia no puede haber paz.