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"La sociedad de la nieve", recuerdos y meditaciones

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Luis Figueroa
02 de febrero, 2024
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

Cuando vi “La sociead de la nieve” volví a tener los sentimientos de respeto y admiración que tuve cuando en conocí a Roberto Canessa y a Carlos Páez en 2002. Ambos héroes visitaron Guatemala y ofrecieron una conferencia organizada por la Organización para las Artes de la Universidad Francisco Marroquín. 

Yo tenía 11 años de edad cuando ocurrió el accidente que llevó a un grupo de jóvenes rugbiers uruguayos a vivir los 72 días de pesadillas que inspiraron la película de Juan Antonio Bayona y tenía esa misma edad cuando leí acerca de ella en la revista “Selecciones”. Más tarde, por supuesto, vi “Los supervivientes de los Andes”, en 1976; y“¡Viven!” una peli de 1993. Aquel es uno de los dramas humanos que más me han conmovido en la vida.

Me impresionó bien la película nueva.  La peli logra transmitir muy bien aquella tragedia espantosa.  Los efectos especiales del choque del avión con la montaña; la angustia, el desconcierto, la confusión, el dolor y el miedo de aquellos momentos; así como el despedazamiento de la aeronave fueron muy bien logrados.

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Luego… todo lo demás: el deterioro físico y las angustias morales y psicológicas de los sobrevivientes. La maravillosa capacidad de los seres humanos para no abandonar la civilización, ni la calidad humana, aún en circunstancias horriblemente adversas.  Como escribió Alberto Algorta, “la sesiliencia no es la capacidad de recuperación.  Es la capacidad de pasarla mal, de soportar lo indescriptible y no romperse.  Volver a la civilización y hacer una vida civilizada, es justamente producto de esa capacidad de ser igualmente normales en el dolor, en la angustia, en el hambre y en el frío”.

Y lo más fascinante: la toma racional de las decisiones necesarias para conseguir que los objetivos de sobrevivir y volver a sus hogares tuvieran posibilidades de convertirse en realidad. Los sobrevivientes de los Andes -en la vida real- enfrentaron las mismas preguntas que enfrentó Mark Watney en “The Martian” -en la ficción-. Esas preguntas son: ¿Dónde estamos? ¿Cómo lo podemos saber? ¿Qué tenemos que hacer para vivir? Preguntas que deben ser respondidas de forma racional y objetiva para que provean la información necesaria que permita actuar con efectividad.


En el día a día, sin necesidad de enfrentar un accidente en los Andes y sin necesidad de quedar varados en Marte, todos nosotros tenemos que hacernos esas preguntas; y no sólo para sobrevivir biológicamente, sino para ¡Vivir!. 

De vuelta a La sociedad de la nieve, en esas condiciones extremas el reto de sobrevivir para luego vivir demandó el mayor esfuerzo intelectual y heroico de parte de los jóvenes rugbiers y de sus acompañantes.  La decisión de comer la carne de sus compañeros fallecidos requirió una claridad moral monumental que tuvo que remontar todos los prejuicios místicos con los que la mayoría de nosotros cargamos como consecuencia de nuestros modelos mentales y patrones de crianza, especialmente -pero no solamente- a los 20 años de edad.  Y luego, para vergüenza de muchas personas, tuvieron que enfrentar esos mismos perjuicios cuando volvieron a sus hogares.

A mí aquella tragedia me sacudió mucho.  Estimo que los sobrevivientes son héroes porque actuaron para promover sus vidas y demostraron grandes habilidades morales y prácticas.  Un héroe, explica mi amigo Andrew Bernstein, es una persona de elevada estatura moral y habilidades superiores que -de forma audaz- persigue valores en condiciones de dificultades extremas. 

Los héroes 

¿Qué es lo que hace posibles y necesarios a los héroes?  Los héroes son posibles porque, en medio del caos aparente, el mundo está abierto a la consecución y a la creación de valores por parte de personas racionales. De ahí que las grandes mentes creadoras, que hacen posible la vida humana, merezcan ser protegidas.  Andy explica que aunque los  héroes cometan errores y tengan flaquezas, y aunque la cultura enferma en la que vivimos se enfoque en aquellas flaquezas y errores, las personas racionales deben dimensionar aquellos errores y flaquezas y estilizar la grandeza en los héroes.  

Chapó de nuevo para los sobrevivientes de los andes, que no sólo sobrevivieron a 72 días perdidos en un infierno nevado (y luego insoportablemente soleado), sino que han tenido que sobrevivir a un mundo que no siempre ha sido comprensivo.

En un ensayo titulado “La ética de las emergencias”, Ayn Rand aborda temas relacionados con esta película y seguramente querrás leerlo. “El amor y la amistad son valores profundamente personales y egoístas; el amor es una expresión y una afirmación de la autoestima, es una respuesta a los valores de uno en la persona de otro. Uno recibe una alegría profundamente personal y egoísta a partir de la mera existencia de la persona a la que ama. Es la propia felicidad personal y egoísta la que uno busca, gana y deriva del amor”, dice la autora.

De cualquier manera, La sociedad de la nieve rescata el tema de la amistad solidaria en tiempos extraordinarios, incluso más allá de la muerte; y la frase con la que te dejo es: Acá lo único que nos queda es la vida y debemos protegerla más que todo. Y te recomiendo mucho la conversación entre Arturo y Numa, a una hora y 15 minutos de la peli; así como unas palabras de Fernando Parrado: “Cuando el destino te atropella no te avisa y el mejor día de tu vida, y el peor día de tu vida amanecen iguales.  Disfruten el presente”.

Si te interesan estos temas visita luisfi61.com/

 

El autor de esta columna es Luis Figueroa

"La sociedad de la nieve", recuerdos y meditaciones

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Luis Figueroa
02 de febrero, 2024
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

Cuando vi “La sociead de la nieve” volví a tener los sentimientos de respeto y admiración que tuve cuando en conocí a Roberto Canessa y a Carlos Páez en 2002. Ambos héroes visitaron Guatemala y ofrecieron una conferencia organizada por la Organización para las Artes de la Universidad Francisco Marroquín. 

Yo tenía 11 años de edad cuando ocurrió el accidente que llevó a un grupo de jóvenes rugbiers uruguayos a vivir los 72 días de pesadillas que inspiraron la película de Juan Antonio Bayona y tenía esa misma edad cuando leí acerca de ella en la revista “Selecciones”. Más tarde, por supuesto, vi “Los supervivientes de los Andes”, en 1976; y“¡Viven!” una peli de 1993. Aquel es uno de los dramas humanos que más me han conmovido en la vida.

Me impresionó bien la película nueva.  La peli logra transmitir muy bien aquella tragedia espantosa.  Los efectos especiales del choque del avión con la montaña; la angustia, el desconcierto, la confusión, el dolor y el miedo de aquellos momentos; así como el despedazamiento de la aeronave fueron muy bien logrados.

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Luego… todo lo demás: el deterioro físico y las angustias morales y psicológicas de los sobrevivientes. La maravillosa capacidad de los seres humanos para no abandonar la civilización, ni la calidad humana, aún en circunstancias horriblemente adversas.  Como escribió Alberto Algorta, “la sesiliencia no es la capacidad de recuperación.  Es la capacidad de pasarla mal, de soportar lo indescriptible y no romperse.  Volver a la civilización y hacer una vida civilizada, es justamente producto de esa capacidad de ser igualmente normales en el dolor, en la angustia, en el hambre y en el frío”.

Y lo más fascinante: la toma racional de las decisiones necesarias para conseguir que los objetivos de sobrevivir y volver a sus hogares tuvieran posibilidades de convertirse en realidad. Los sobrevivientes de los Andes -en la vida real- enfrentaron las mismas preguntas que enfrentó Mark Watney en “The Martian” -en la ficción-. Esas preguntas son: ¿Dónde estamos? ¿Cómo lo podemos saber? ¿Qué tenemos que hacer para vivir? Preguntas que deben ser respondidas de forma racional y objetiva para que provean la información necesaria que permita actuar con efectividad.


En el día a día, sin necesidad de enfrentar un accidente en los Andes y sin necesidad de quedar varados en Marte, todos nosotros tenemos que hacernos esas preguntas; y no sólo para sobrevivir biológicamente, sino para ¡Vivir!. 

De vuelta a La sociedad de la nieve, en esas condiciones extremas el reto de sobrevivir para luego vivir demandó el mayor esfuerzo intelectual y heroico de parte de los jóvenes rugbiers y de sus acompañantes.  La decisión de comer la carne de sus compañeros fallecidos requirió una claridad moral monumental que tuvo que remontar todos los prejuicios místicos con los que la mayoría de nosotros cargamos como consecuencia de nuestros modelos mentales y patrones de crianza, especialmente -pero no solamente- a los 20 años de edad.  Y luego, para vergüenza de muchas personas, tuvieron que enfrentar esos mismos perjuicios cuando volvieron a sus hogares.

A mí aquella tragedia me sacudió mucho.  Estimo que los sobrevivientes son héroes porque actuaron para promover sus vidas y demostraron grandes habilidades morales y prácticas.  Un héroe, explica mi amigo Andrew Bernstein, es una persona de elevada estatura moral y habilidades superiores que -de forma audaz- persigue valores en condiciones de dificultades extremas. 

Los héroes 

¿Qué es lo que hace posibles y necesarios a los héroes?  Los héroes son posibles porque, en medio del caos aparente, el mundo está abierto a la consecución y a la creación de valores por parte de personas racionales. De ahí que las grandes mentes creadoras, que hacen posible la vida humana, merezcan ser protegidas.  Andy explica que aunque los  héroes cometan errores y tengan flaquezas, y aunque la cultura enferma en la que vivimos se enfoque en aquellas flaquezas y errores, las personas racionales deben dimensionar aquellos errores y flaquezas y estilizar la grandeza en los héroes.  

Chapó de nuevo para los sobrevivientes de los andes, que no sólo sobrevivieron a 72 días perdidos en un infierno nevado (y luego insoportablemente soleado), sino que han tenido que sobrevivir a un mundo que no siempre ha sido comprensivo.

En un ensayo titulado “La ética de las emergencias”, Ayn Rand aborda temas relacionados con esta película y seguramente querrás leerlo. “El amor y la amistad son valores profundamente personales y egoístas; el amor es una expresión y una afirmación de la autoestima, es una respuesta a los valores de uno en la persona de otro. Uno recibe una alegría profundamente personal y egoísta a partir de la mera existencia de la persona a la que ama. Es la propia felicidad personal y egoísta la que uno busca, gana y deriva del amor”, dice la autora.

De cualquier manera, La sociedad de la nieve rescata el tema de la amistad solidaria en tiempos extraordinarios, incluso más allá de la muerte; y la frase con la que te dejo es: Acá lo único que nos queda es la vida y debemos protegerla más que todo. Y te recomiendo mucho la conversación entre Arturo y Numa, a una hora y 15 minutos de la peli; así como unas palabras de Fernando Parrado: “Cuando el destino te atropella no te avisa y el mejor día de tu vida, y el peor día de tu vida amanecen iguales.  Disfruten el presente”.

Si te interesan estos temas visita luisfi61.com/

 

El autor de esta columna es Luis Figueroa