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Propósitos para el año nuevo

El libre albedrío no niega el determinismo físico sino que por el contrario lo confirma. Pero he aquí una de las diferencias que tengo con  la mayoría de teóricos: la causalidad es la identidad en acción.

Propósitos
Warren Orbaugh |
26 de diciembre, 2022

Ya se acerca el año nuevo y con él la disposición de muchos de proponerse metas para el futuro. Un amigo me señalaba la futilidad de esta actitud, pues estos propósitos dependen de que poseamos libre albedrío y que podamos actuar de acuerdo a nuestras elecciones, y como según él estamos determinados por estados precedentes, esto es evidentemente imposible. Él insistió en que hay una contradicción entre el libre albedrío y el determinismo material que la ley de causalidad demuestra. Me preguntó que qué opinaba al respecto. Como yo no le contestara sino que cambiara de tema, me dijo que era una descortesía de mi parte ignorar su pregunta.

Si realmente crees en el determinismo, le dije, no tiene sentido que sugieras que alguna acción mía pueda ser por cortesía o por descortesía. Lo cortés, sólo puede serlo por elección y por lo tanto, sólo puede calificarse así por ser el agente responsable de haber elegido actuar de ese modo. Si mis actos fueran determinados o condicionados por estados precedentes, no sería yo más responsable de ellos de los que es una computadora, por ejemplo. Pero estoy seguro que no acusas a tu PC de descortés cuando está lenta. ¿O sí? Acaso le dices: “vamos computadora, sé cortés, no me hagas perder el tiempo, que tengo prisa”. ¿O sí? ¿Puede tu PC elegir cómo comportarse?

Entonces preguntó si yo opino que ¿el principio de indeterminación es suficiente argumento para indicar que los humanos tenemos libre albedrío? No, le dije, opino que no lo es.

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Ahora, que exista el determinismo, que es una instancia de la ley de la causalidad, le dije, no quiere decir que no exista libre albedrío. Veamos si puedo expresar esto con suficiente claridad. El libre albedrío no niega el determinismo físico sino que por el contrario lo confirma. Pero he aquí una de las diferencias que tengo con  la mayoría de teóricos: la causalidad es la identidad en acción. Esto quiere decir que lo que una cosa es, determina lo que puede hacer. Así por ejemplo, una semilla de manzana, si la siembras en tierra fértil dará un manzano, y nunca a Sofía Vergara. O si un ciclista colisiona con un bus urbano, será el primero quien rebote y salga disparado, y no el segundo, pues este desenlace dependerá de sus respectivas masas. Y si una mariposa aletea sus alas, no causará ciclones al otro lado del mundo.

¿Cuál es la identidad de los seres animados, de los seres vivos? ¿Qué los hace diferentes de los seres inanimados? ¿Será  el que poseen un orden sensorial que les permite ser conscientes de lo que los rodea? ¿Qué ventaja evolutiva pudo tener esta característica para aquellos seres que la desarrollaron? ¿Será que el poder detectar una amenaza para el organismo le permite a éste evitarla y así mejorar sus posibilidades de seguir existiendo? ¿Será que el poder detectar lo que beneficia al organismo le permite a éste buscarlo? ¿Acaso no quita el niño la mano de una hornilla encendida al sentir el calor para no quemarse? Me dirás, le dije, y con razón, que esa es una reacción automática e involuntaria. Y es cierto, así es. Pero mi punto hasta aquí, es que el orden sensorial del niño que le indica al cerebro de la amenaza, para que éste reaccione por medio del sistema nervioso protegiendo al organismo, es totalmente determinado por la naturaleza de la entidad que es.

Ahora, ¿Qué sucede cuando el organismo tiene y puede elegir entre dos o más opciones de acción para evitar la amenaza detectada? ¿Qué hace el organismo en cuestión si detecta más opciones que sólo quitarse del camino de la amenaza? ¿Y si la enfrenta poniéndole una trampa, convirtiendo la amenaza en comida? ¿Acaso no ha evolucionado el orden sensorial para poder resolver esta situación más compleja? Pero para elegir la mejor entre dos o más opciones tiene que deliberar, sopesar las ventajas y desventajas de cada opción, tiene que imaginar las consecuencias futuras de optar por una u otra conducta –es decir, tiene que pensar. También puede elegir no pensar. ¿Y, no es a esto, al elegir deliberar para tomar la que consideremos la mejor opción, lo que llamamos ‘libre albedrío’?

Como dijo Jean-Paul Sarte, estamos condenados (determinados) a elegir, el no elegir ya es una elección. El libre albedrío es una característica del tipo de entidad que es el ser humano. No niega el determinismo, sino más bien lo confirma, pues la clase de ser que es el hombre –ser consciente – determina lo que puede hacer. Ahora lo que el determinismo indica es que el hombre está determinado a elegir; lo que no indica es cual opción va a elegir.

El suponer que el determinismo niega la posibilidad del libre albedrío es la falacia, descubierta por Ayn Rand, de “reescribir la realidad”. Quien la esgrime decide lo que la realidad debe ser, y si ésta no corresponde a sus exigencias, entonces es la realidad la que está mal – no sus exigencias.  Muchos filósofos han cometido el error de reescribir la realidad, entre ellos Parménides, Heráclito, Hegel y Marx. El libre albedrío es evidente por observación. Todo lo que uno observa sobre la consciencia humana nos dice que ésta funciona por elección: no sólo nuestra introspección, pero nuestra observación de la otra gente. Así que le dije, te pones en la siguiente posición: observas que la materia existe y que la consciencia existe, y que la consciencia opera por elección. ¿Es acaso una contradicción sostener que tenemos una identidad determinada con la capacidad de elección? No hay ninguna evidencia en la realidad para sostener que el libre albedrío contradice la Ley de Identidad.

Así que estimados amigos, les deseo muy feliz año 2023, que elijan bien y que puedan hacer realidad todas sus metas propuestas.

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

 

Propósitos para el año nuevo

El libre albedrío no niega el determinismo físico sino que por el contrario lo confirma. Pero he aquí una de las diferencias que tengo con  la mayoría de teóricos: la causalidad es la identidad en acción.

Warren Orbaugh |
26 de diciembre, 2022
Propósitos

Ya se acerca el año nuevo y con él la disposición de muchos de proponerse metas para el futuro. Un amigo me señalaba la futilidad de esta actitud, pues estos propósitos dependen de que poseamos libre albedrío y que podamos actuar de acuerdo a nuestras elecciones, y como según él estamos determinados por estados precedentes, esto es evidentemente imposible. Él insistió en que hay una contradicción entre el libre albedrío y el determinismo material que la ley de causalidad demuestra. Me preguntó que qué opinaba al respecto. Como yo no le contestara sino que cambiara de tema, me dijo que era una descortesía de mi parte ignorar su pregunta.

Si realmente crees en el determinismo, le dije, no tiene sentido que sugieras que alguna acción mía pueda ser por cortesía o por descortesía. Lo cortés, sólo puede serlo por elección y por lo tanto, sólo puede calificarse así por ser el agente responsable de haber elegido actuar de ese modo. Si mis actos fueran determinados o condicionados por estados precedentes, no sería yo más responsable de ellos de los que es una computadora, por ejemplo. Pero estoy seguro que no acusas a tu PC de descortés cuando está lenta. ¿O sí? Acaso le dices: “vamos computadora, sé cortés, no me hagas perder el tiempo, que tengo prisa”. ¿O sí? ¿Puede tu PC elegir cómo comportarse?

Entonces preguntó si yo opino que ¿el principio de indeterminación es suficiente argumento para indicar que los humanos tenemos libre albedrío? No, le dije, opino que no lo es.

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Ahora, que exista el determinismo, que es una instancia de la ley de la causalidad, le dije, no quiere decir que no exista libre albedrío. Veamos si puedo expresar esto con suficiente claridad. El libre albedrío no niega el determinismo físico sino que por el contrario lo confirma. Pero he aquí una de las diferencias que tengo con  la mayoría de teóricos: la causalidad es la identidad en acción. Esto quiere decir que lo que una cosa es, determina lo que puede hacer. Así por ejemplo, una semilla de manzana, si la siembras en tierra fértil dará un manzano, y nunca a Sofía Vergara. O si un ciclista colisiona con un bus urbano, será el primero quien rebote y salga disparado, y no el segundo, pues este desenlace dependerá de sus respectivas masas. Y si una mariposa aletea sus alas, no causará ciclones al otro lado del mundo.

¿Cuál es la identidad de los seres animados, de los seres vivos? ¿Qué los hace diferentes de los seres inanimados? ¿Será  el que poseen un orden sensorial que les permite ser conscientes de lo que los rodea? ¿Qué ventaja evolutiva pudo tener esta característica para aquellos seres que la desarrollaron? ¿Será que el poder detectar una amenaza para el organismo le permite a éste evitarla y así mejorar sus posibilidades de seguir existiendo? ¿Será que el poder detectar lo que beneficia al organismo le permite a éste buscarlo? ¿Acaso no quita el niño la mano de una hornilla encendida al sentir el calor para no quemarse? Me dirás, le dije, y con razón, que esa es una reacción automática e involuntaria. Y es cierto, así es. Pero mi punto hasta aquí, es que el orden sensorial del niño que le indica al cerebro de la amenaza, para que éste reaccione por medio del sistema nervioso protegiendo al organismo, es totalmente determinado por la naturaleza de la entidad que es.

Ahora, ¿Qué sucede cuando el organismo tiene y puede elegir entre dos o más opciones de acción para evitar la amenaza detectada? ¿Qué hace el organismo en cuestión si detecta más opciones que sólo quitarse del camino de la amenaza? ¿Y si la enfrenta poniéndole una trampa, convirtiendo la amenaza en comida? ¿Acaso no ha evolucionado el orden sensorial para poder resolver esta situación más compleja? Pero para elegir la mejor entre dos o más opciones tiene que deliberar, sopesar las ventajas y desventajas de cada opción, tiene que imaginar las consecuencias futuras de optar por una u otra conducta –es decir, tiene que pensar. También puede elegir no pensar. ¿Y, no es a esto, al elegir deliberar para tomar la que consideremos la mejor opción, lo que llamamos ‘libre albedrío’?

Como dijo Jean-Paul Sarte, estamos condenados (determinados) a elegir, el no elegir ya es una elección. El libre albedrío es una característica del tipo de entidad que es el ser humano. No niega el determinismo, sino más bien lo confirma, pues la clase de ser que es el hombre –ser consciente – determina lo que puede hacer. Ahora lo que el determinismo indica es que el hombre está determinado a elegir; lo que no indica es cual opción va a elegir.

El suponer que el determinismo niega la posibilidad del libre albedrío es la falacia, descubierta por Ayn Rand, de “reescribir la realidad”. Quien la esgrime decide lo que la realidad debe ser, y si ésta no corresponde a sus exigencias, entonces es la realidad la que está mal – no sus exigencias.  Muchos filósofos han cometido el error de reescribir la realidad, entre ellos Parménides, Heráclito, Hegel y Marx. El libre albedrío es evidente por observación. Todo lo que uno observa sobre la consciencia humana nos dice que ésta funciona por elección: no sólo nuestra introspección, pero nuestra observación de la otra gente. Así que le dije, te pones en la siguiente posición: observas que la materia existe y que la consciencia existe, y que la consciencia opera por elección. ¿Es acaso una contradicción sostener que tenemos una identidad determinada con la capacidad de elección? No hay ninguna evidencia en la realidad para sostener que el libre albedrío contradice la Ley de Identidad.

Así que estimados amigos, les deseo muy feliz año 2023, que elijan bien y que puedan hacer realidad todas sus metas propuestas.

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.