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Tormentas y derrumbes

Nosotros deberíamos estar arriba pues producimos, damos empleo y pagamos impuestos, pero la “clase política”, local e internacional, nos ha dejado hasta el fondo del derrumbe. 

.
Carolina Castellanos |
08 de septiembre, 2023

Me parece que la “clase política” de nuestra querida Guate se asemeja mucho a nuestros accidentes geográficos y a las vulnerabilidades climáticas. Entre montañas, valles, ,aguaceros, tormentas, desbordes de ríos, sequías, derrumbes y cuanta cosa, nos pasamos viendo cómo protegernos de todo esto.  También tenemos esos espacios de gran belleza, como lagos, valles y ríos, que nos recuerdan que vivimos en un gran país.

Políticamente hablando, estos espacios de belleza los tenemos entre una campaña política y otra, pero son como el Xocomil, que no se ve, pero se siente y que le quita un poco el encanto al lago de Atitlán pues, si se abusa o se le reta, la muerte es casi inminente.

Este accidentado proceso electoral parece estar bajo todas las tormentas, terremotos y vientos. Después del conteo fraudulento y de los pleitos en los juzgados, elegidos a conveniencia, en el TSE y la corte de constitucionalidad (con minúsculas, a propósito), nos quedamos deseando que no haya otra tormenta. 

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Sin embargo, esa clase política, que realmente no sirve para nada más que para mostrarnos su insaciable ansia de poder, sigue ocasionando más tormentas, mientras el resto de nosotros está tratando de trabajar y de vivir con alguna paz.

Esas luchas de poder están destruyendo nuestra Guate. Ya perdimos hasta la dignidad. Dejamos que venga un funcionario de quinta categoría, pero con un título importante, a regañarnos y a decirnos qué hacer para garantizar, de una vez por todas, que el “ungido con fraude” sea quien dirija nuestro destino.  El hundimiento de la dignidad nacional es peor que todos los que hemos tenido como consecuencia de las intensas lluvias y la pésima infraestructura vial.  

El presidente, de papel mojado por las constantes lluvias derivadas de su deficiente gestión, se sienta a un lado y acepta esa extrema injerencia. Se compromete a velar por la transparencia del proceso cuando su actitud debería ser invitarlo a que navegue por las aguas turbulentas de regreso a su casa.

Todo el “zurderío”, como les llama Javier Milei, está empoderado como resultado de la expansión de ese nefasto movimiento a nivel mundial. A pesar de contar con incuantificables demostraciones del absoluto fracaso del sistema socialista, ha logrado penetrar hasta los últimos rincones. Su herramienta ha sido pregonar con cantos de sirena, ofreciendo todo gratis. Suman a esto el ataque constante hacia el sector privado. Nos acusan de mercantilistas, que pagamos sueldos de miseria, que “los grandes” corrompen a los gobernantes y obtienen privilegios, y un largo etcétera, como si ellos no lo hicieran, y aún peor.

Me pregunto por qué logra penetrar ese mensaje. Pienso que una buena parte se debe a la pérdida de valores. El trabajo honesto, la rectitud en el actuar profesional, escolar y en cualquier ámbito, parece haber quedado en el olvido. Resulta más “fácil” engañar, abusar, corromper y “salir de pobre” rápido, sin importar las consecuencias. La gratificación inmediata sobrepasa a aquella que se logra con esfuerzo, honradez y responsabilidad. Otra buena parte se debe a la “conversión” de muchos medios de comunicación para apoyar esta ideología. Me pregunto por qué, pues una vez instalado el “zurderío”, lo primero que se pierde es la libertad de expresión. 

¿Cómo pretendemos que esto ya no suceda cuando el mismo gobierno promueve esas conductas ilegales, deshonestas y abusivas? Desde las grandes obras de infraestructura hasta la compra de papel higiénico, todo tiene sobreprecio y “comisión”. ¿Quién va a hacer algo recto y honesto si la mayoría las cortes de justicia están podridas hasta adentro? Este último es el peor derrumbe de todos. Es una catástrofe de magnitud incuantificable.

Usted, amable lector, y yo, nos mantenemos en la lucha desde nuestra pequeña trinchera. Protegemos nuestro metro cuadrado y tratamos de incidir en éste, para evitar que las tormentas y derrumbes acaben con nuestra vida en libertad. Necesitamos que el país entero lo haga.  

Los grandes cambios se gestan de abajo hacia arriba. Nosotros deberíamos estar arriba pues producimos, damos empleo y pagamos impuestos, pero la “clase política”, local e internacional, nos ha dejado hasta el fondo del derrumbe.

Nos toca retomar nuestro espacio y rescatar a Guatemala.

Tormentas y derrumbes

Nosotros deberíamos estar arriba pues producimos, damos empleo y pagamos impuestos, pero la “clase política”, local e internacional, nos ha dejado hasta el fondo del derrumbe. 

Carolina Castellanos |
08 de septiembre, 2023
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Me parece que la “clase política” de nuestra querida Guate se asemeja mucho a nuestros accidentes geográficos y a las vulnerabilidades climáticas. Entre montañas, valles, ,aguaceros, tormentas, desbordes de ríos, sequías, derrumbes y cuanta cosa, nos pasamos viendo cómo protegernos de todo esto.  También tenemos esos espacios de gran belleza, como lagos, valles y ríos, que nos recuerdan que vivimos en un gran país.

Políticamente hablando, estos espacios de belleza los tenemos entre una campaña política y otra, pero son como el Xocomil, que no se ve, pero se siente y que le quita un poco el encanto al lago de Atitlán pues, si se abusa o se le reta, la muerte es casi inminente.

Este accidentado proceso electoral parece estar bajo todas las tormentas, terremotos y vientos. Después del conteo fraudulento y de los pleitos en los juzgados, elegidos a conveniencia, en el TSE y la corte de constitucionalidad (con minúsculas, a propósito), nos quedamos deseando que no haya otra tormenta. 

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Sin embargo, esa clase política, que realmente no sirve para nada más que para mostrarnos su insaciable ansia de poder, sigue ocasionando más tormentas, mientras el resto de nosotros está tratando de trabajar y de vivir con alguna paz.

Esas luchas de poder están destruyendo nuestra Guate. Ya perdimos hasta la dignidad. Dejamos que venga un funcionario de quinta categoría, pero con un título importante, a regañarnos y a decirnos qué hacer para garantizar, de una vez por todas, que el “ungido con fraude” sea quien dirija nuestro destino.  El hundimiento de la dignidad nacional es peor que todos los que hemos tenido como consecuencia de las intensas lluvias y la pésima infraestructura vial.  

El presidente, de papel mojado por las constantes lluvias derivadas de su deficiente gestión, se sienta a un lado y acepta esa extrema injerencia. Se compromete a velar por la transparencia del proceso cuando su actitud debería ser invitarlo a que navegue por las aguas turbulentas de regreso a su casa.

Todo el “zurderío”, como les llama Javier Milei, está empoderado como resultado de la expansión de ese nefasto movimiento a nivel mundial. A pesar de contar con incuantificables demostraciones del absoluto fracaso del sistema socialista, ha logrado penetrar hasta los últimos rincones. Su herramienta ha sido pregonar con cantos de sirena, ofreciendo todo gratis. Suman a esto el ataque constante hacia el sector privado. Nos acusan de mercantilistas, que pagamos sueldos de miseria, que “los grandes” corrompen a los gobernantes y obtienen privilegios, y un largo etcétera, como si ellos no lo hicieran, y aún peor.

Me pregunto por qué logra penetrar ese mensaje. Pienso que una buena parte se debe a la pérdida de valores. El trabajo honesto, la rectitud en el actuar profesional, escolar y en cualquier ámbito, parece haber quedado en el olvido. Resulta más “fácil” engañar, abusar, corromper y “salir de pobre” rápido, sin importar las consecuencias. La gratificación inmediata sobrepasa a aquella que se logra con esfuerzo, honradez y responsabilidad. Otra buena parte se debe a la “conversión” de muchos medios de comunicación para apoyar esta ideología. Me pregunto por qué, pues una vez instalado el “zurderío”, lo primero que se pierde es la libertad de expresión. 

¿Cómo pretendemos que esto ya no suceda cuando el mismo gobierno promueve esas conductas ilegales, deshonestas y abusivas? Desde las grandes obras de infraestructura hasta la compra de papel higiénico, todo tiene sobreprecio y “comisión”. ¿Quién va a hacer algo recto y honesto si la mayoría las cortes de justicia están podridas hasta adentro? Este último es el peor derrumbe de todos. Es una catástrofe de magnitud incuantificable.

Usted, amable lector, y yo, nos mantenemos en la lucha desde nuestra pequeña trinchera. Protegemos nuestro metro cuadrado y tratamos de incidir en éste, para evitar que las tormentas y derrumbes acaben con nuestra vida en libertad. Necesitamos que el país entero lo haga.  

Los grandes cambios se gestan de abajo hacia arriba. Nosotros deberíamos estar arriba pues producimos, damos empleo y pagamos impuestos, pero la “clase política”, local e internacional, nos ha dejado hasta el fondo del derrumbe.

Nos toca retomar nuestro espacio y rescatar a Guatemala.