Primero lo primero y segundo lo segundo. La institucionalidad es aquello referente a una institución, esta es una cosa o establecimiento que se fundó para que lleve a cabo una función, principalmente de interés público. Aunque resulta obvio es mejor aclarar que el interés público no es dar a conocer a una o a pocas personas para que estas lleguen a puestos de elección popular. Claro que toda institución está integrada por personas y además su quehacer tiene alguna relación con los intereses públicos y/o sociales.

La institucionalidad es un término muy en boga, se habla mucho de lo importante que es fortalecer la institucionalidad pero a la vez no se hace. Quizás no se hace porque no se entiende qué es lo que se tiene que hacer. Lo que se tiene que hacer es simple pero complicado, ceder la individualidad y fama de unos pocos temporales para beneficio de la institución que se busca permanezca en el tiempo. El buen trabajo de las personas debe dar un buen nombre a las instituciones.

La institucionalidad se mejora cuando, por ejemplo, es el Congreso de la República quien refiere a sus propuestas de ley y no uno o dos diputados queriendo robar cámara. La institucionalidad se fortalece cuando el Organismo Ejecutivo hace políticas integrales transversales a más de un ministerio que son ejecutadas por “el Organismo Ejecutivo” y no son propuestas unilaterales de un ministro o funcionario público que anda publicitándose como vendedor ambulante. La institucionalidad se fortalece cuando no existe protagonismos más grandes que el de la propia institución que se representa, y quien comunica las noticias de ésta no es más que un vocero.

Buscar fortalecer la institucionalidad es preocuparnos hoy no por personas individuales sino por lo que en su conjunto deben representar, como por ejemplo, preocuparnos menos que por quien será el próximo presidente del país y preocuparnos más por el partido que lo ha postulado, quienes serán sus Secretarios, vicepresidente y todo el Consejo de Ministros que en su totalidad liderarán y conformarán la cabeza del Organismo Ejecutivo.

Si se quiere tener mejores instituciones se debe fortalecer la idea (y la exigencia) de que quienes hoy la integren solo están de paso, nada de esa mentalidad de “esta institución soy yo”. Quienes están hoy, o sean electos para estar mañana, deben ampliar su visión y entender que ellos solo estarán de paso, y que harán un buen papel si logran hacer que la institución los supere a ellos, en permanencia y en calidad, donde la institución sea más que la suma de sus individuos. La fama y el reconocimiento no es malo, lo que es malo es priorizar la propia fama y reconocimiento por encima de la institución y el buen trabajo.

Por último, siempre en el mismo tema, debemos recapacitar en que la institucionalidad también es necesaria en el sector privado. Las empresas nacionales deben ser más que sus fundadores, deben ser más que sus actuales dueños y directivos, deben ser instituciones que perduren en el tiempo, siendo instituciones que brinden un beneficio también a sus empleados y a la sociedad que les ayudó a nacer y les ayuda a subsistir.

Recordemos que cada institución es una cosa o un establecimiento que se fundó para llevar a cabo una función, principalmente de interés público, pero no necesariamente ligada únicamente al sector público.

Es importante que como sociedad ayudemos a mejorar las instituciones, pero no solo a las públicas sino también a las instituciones privadas, desde colegios, universidades, iglesias, organizaciones civiles y también a las empresas. Debemos aportar conscientes que en la sociedad todas las instituciones importan y aportan, hoy es un buen día para hacer más por nuestras instituciones y así hacer más por nuestro país.