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Caminando por la Ciudad | Las antorchas y desfiles virtuales

Invitado
12 de septiembre, 2021

Las antorchas y desfiles virtuales. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«El que no aguante a correr mejor súbase al bus que nos va atrasando». Así se escucha decir al profe David cada vez que ve a los alumnos que no dan más atrás del grupo que lleva la antorcha. Todos corren, se tiran agua y se envuelven en una bandera azul y blanco. Esto sin mencionar que toda la cara la llevan pintada con los colores patrios y un dibujito de quetzal en los cachetes.

«Esta es una tradición», repite el profesor David muy serio. «Debemos llegar a tiempo al Obelisco para encender la antorcha y que nos dé tiempo de regresar para madrugar mañana a las cuatro. Debemos hacer cola atrás de la Cruz Roja y conseguir buen puesto en la cola de colegios e institutos para el desfile del 15 de septiembre».

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Todos en el pueblo se preparan meses antes con rifas, sorteos, loterías y colectas para juntar el dinero para reparar instrumentos musicales. También comprar suficiente agua. Y alquilar el bus de don Gerson que llevará a todos los estudiantes de la escuelita a la capital a encender la antorcha en pleno Obelisco.

Luego salir de vuelta y llegar antes de la medianoche. Será un día largo, saliendo muy de madrugada rumbo a la capital, con el sueño patrio encendido de parte de todo el alumnado y claustro de maestros.

Hasta al director le tocará correr aunque sea unas cuadras, ya que no aguantará mucho por el sobrepeso. Las mamás de los estudiantes ya tienen listas las bolsas de panes con jamón, frijoles y pollo.

También los frascos llenos de fresco de tamarindo, horchata o rosa de Jamaica para aguantar el largo trajín por ratos bajo el sol. Sin contar las largas colas que debe hacer el busito de don Gerson al entrar a la capital.

Algarabía y entusiasmo

Algunas maestras más entusiastas se organizan para cuidar a las niñas que irán acompañando a la caravana y correrán con la antorcha en medio de la carretera de regreso.

Deben cuidar sus peinados, maquillaje con colores patrios, zapatillas cómodas y vestuario adecuado a la ocasión. De todo eso se encargan la seño Elizabeth y la seño María José. Siempre andan atrás de las alumnas cuidándolas de los patojos tremendos que no desaprovechan una oportunidad para andar enamorando a las niñas.

También se encargan de llevar buena dotación de agua, peines, espejos. Además indumentaria femenina, sin descuidar a la reina de la escuelita, señorita deportes y la flor de la feria.

Deben lucir bonitas, presentables y felices, aunque estén bien sudadas, cansadas, fatigadas y dolidas del brazo de tanto saludar a las caravanas de vecinos que se reúnen en todo el trayecto a observarlos.

Las aldeas cercanas se organizan con altares cívicos, estaciones de hidratación con muchas bolsitas de agua pura y agua de coco. No faltan las limonadas y medias naranjas para chupar mientras se va corriendo. O para defenderse de los perritos que corren a la caravana con la esperanza de perseguirlos lejos.

En otras comunidades colocan una disco móvil en la orilla de la carretera. Cuando pasan los corredores arman fiesta con música, torres de bocinas y bailarinas sobre un entarimado de madera.

Todo es alegría y diversión cuando el señor de la municipalidad enciende la antorcha muy elaborada con un bote de leche. Que se rellena de algodón y viruta de madera, humedecida con gasolina. Luego se ata a un largo palo de escoba que será la estafeta que se llevará en alto durante todo el recorrido.

Es la mediatarde, la larga cola para encenderla ya fue superada y sólo queda gritarle a todos que se bajen a correr entre empujones, bromas y bañar con las bolsitas de agua a sus demás compañeros.

Saben que les espera un largo recorrido cruzando la capital, salir por uno de los municipios cercanos y enfilarse en carretera rumbo al pueblo, entre bocinazos de conductores que apoyan y pasan despacito a la par del fuego patrio.

Todos esperan el busito de don Gerson con los que no aguantaron a seguir corriendo, mientras los más atléticos vienen corriendo adelante del bus con la antorcha bien encendida por la gasolina y los ánimos de todos los corredores.

En la entrada al pueblo se unen los papás, familiares, vecinos, chuchos, motos y tuctucs. Esto se descontrolará en celebración y baile hasta el amanecer en el parque central, donde los recibe el alcalde con marimba, tamales calientes, mucho chocolate batido a mano, tortas de manteca con pasas y cohetes de esos que explotan en el aire tipo las luces que tiran en la capital en diciembre.

Hoy todos se desvelarán ya que no hay problemas de transporte, tiempo de llegada o fuerzas físicas para marchar. Ahora se necesitará de una buena conexión a internet porque este año toda la fiesta se vivirá desde la casa, con el uniforme de gala puesto, para ponerse de pie y cantar el himno nacional de manera virtual porque este año no se dará de manera presencial.

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«El que no aguante a correr mejor súbase al bus que nos va atrasando». Así se escucha decir al profe David cada vez que ve a los alumnos que no dan más atrás del grupo que lleva la antorcha. Todos corren, se tiran agua y se envuelven en una bandera azul y blanco. Esto sin mencionar que toda la cara la llevan pintada con los colores patrios y un dibujito de quetzal en los cachetes.

«Esta es una tradición», repite el profesor David muy serio. «Debemos llegar a tiempo al Obelisco para encender la antorcha y que nos dé tiempo de regresar para madrugar mañana a las cuatro. Debemos hacer cola atrás de la Cruz Roja y conseguir buen puesto en la cola de colegios e institutos para el desfile del 15 de septiembre».

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Todos en el pueblo se preparan meses antes con rifas, sorteos, loterías y colectas para juntar el dinero para reparar instrumentos musicales. También comprar suficiente agua. Y alquilar el bus de don Gerson que llevará a todos los estudiantes de la escuelita a la capital a encender la antorcha en pleno Obelisco.

Luego salir de vuelta y llegar antes de la medianoche. Será un día largo, saliendo muy de madrugada rumbo a la capital, con el sueño patrio encendido de parte de todo el alumnado y claustro de maestros.

Hasta al director le tocará correr aunque sea unas cuadras, ya que no aguantará mucho por el sobrepeso. Las mamás de los estudiantes ya tienen listas las bolsas de panes con jamón, frijoles y pollo.

También los frascos llenos de fresco de tamarindo, horchata o rosa de Jamaica para aguantar el largo trajín por ratos bajo el sol. Sin contar las largas colas que debe hacer el busito de don Gerson al entrar a la capital.

Algarabía y entusiasmo

Algunas maestras más entusiastas se organizan para cuidar a las niñas que irán acompañando a la caravana y correrán con la antorcha en medio de la carretera de regreso.

Deben cuidar sus peinados, maquillaje con colores patrios, zapatillas cómodas y vestuario adecuado a la ocasión. De todo eso se encargan la seño Elizabeth y la seño María José. Siempre andan atrás de las alumnas cuidándolas de los patojos tremendos que no desaprovechan una oportunidad para andar enamorando a las niñas.

También se encargan de llevar buena dotación de agua, peines, espejos. Además indumentaria femenina, sin descuidar a la reina de la escuelita, señorita deportes y la flor de la feria.

Deben lucir bonitas, presentables y felices, aunque estén bien sudadas, cansadas, fatigadas y dolidas del brazo de tanto saludar a las caravanas de vecinos que se reúnen en todo el trayecto a observarlos.

Las aldeas cercanas se organizan con altares cívicos, estaciones de hidratación con muchas bolsitas de agua pura y agua de coco. No faltan las limonadas y medias naranjas para chupar mientras se va corriendo. O para defenderse de los perritos que corren a la caravana con la esperanza de perseguirlos lejos.

En otras comunidades colocan una disco móvil en la orilla de la carretera. Cuando pasan los corredores arman fiesta con música, torres de bocinas y bailarinas sobre un entarimado de madera.

Todo es alegría y diversión cuando el señor de la municipalidad enciende la antorcha muy elaborada con un bote de leche. Que se rellena de algodón y viruta de madera, humedecida con gasolina. Luego se ata a un largo palo de escoba que será la estafeta que se llevará en alto durante todo el recorrido.

Es la mediatarde, la larga cola para encenderla ya fue superada y sólo queda gritarle a todos que se bajen a correr entre empujones, bromas y bañar con las bolsitas de agua a sus demás compañeros.

Saben que les espera un largo recorrido cruzando la capital, salir por uno de los municipios cercanos y enfilarse en carretera rumbo al pueblo, entre bocinazos de conductores que apoyan y pasan despacito a la par del fuego patrio.

Todos esperan el busito de don Gerson con los que no aguantaron a seguir corriendo, mientras los más atléticos vienen corriendo adelante del bus con la antorcha bien encendida por la gasolina y los ánimos de todos los corredores.

En la entrada al pueblo se unen los papás, familiares, vecinos, chuchos, motos y tuctucs. Esto se descontrolará en celebración y baile hasta el amanecer en el parque central, donde los recibe el alcalde con marimba, tamales calientes, mucho chocolate batido a mano, tortas de manteca con pasas y cohetes de esos que explotan en el aire tipo las luces que tiran en la capital en diciembre.

Hoy todos se desvelarán ya que no hay problemas de transporte, tiempo de llegada o fuerzas físicas para marchar. Ahora se necesitará de una buena conexión a internet porque este año toda la fiesta se vivirá desde la casa, con el uniforme de gala puesto, para ponerse de pie y cantar el himno nacional de manera virtual porque este año no se dará de manera presencial.

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